Revista Literatura

El perfecto incompetente

Publicado el 02 febrero 2012 por House
Leo en Facebook un comentario que, más o menos, decía que si el tiempo pone a cada uno en su sitio, en España vamos a tener que instalar gradas supletorias con tanto gilipollas que anda suelto por ahí. Esta frase que, por mucho que he revuelto, la he perdido en ese maremágnum de la red, me viene al pelo con otra “de indios” que me comentaron ayer.  Siéntense, pónganse cómodo. Esto promete.
Desgraciadamente, la vida es un soberano cajón de sastre en el que hay de todo. También incompetentes y maleducados. Al parecer, un comercial tenía que hacer una determinada visita a un cliente, y en vez de acudir a la hora que tenía programada la reunión, el tipo se presentó en la sede de su cliente un par, o tres, horas antes de lo previsto. Ni corto ni perezoso, el indocumentado se apoltronó en la sala de visitas, y no se le ocurrió otra brillante idea que esperar mientras se echaba una soberana siesta con ronquido, pijama y orinal incluidos. O sea, el modelo Camilo José Cela. Lógicamente, no se puso el pijama y debo suponer que no uso bacinilla alguna, pero sí es cierto que los estertores se escuchaban a varios kilómetros a la redonda. De verdad, créanme si les digo que hay que ejercer de un perfecto incompetente, amén de un maleducado superlativo para actuar así. No tengo más datos de esta anécdota ni quiero tenerlos, pero lo que no me cabe ninguna duda que éste ocuparía una de esas gradas supletorias a las que aludía antes. Lo peor de todo, me temo, es que este zafío y tosco personaje tendría suerte, y vendería. ¡Qué estrella tienen algunos babosos!
Ésta es la España de Rajoy, de Carme y de Alfredo, de Gabino, de Álvarez-Cascos, y de Camps, Costa, o Fabra, pero también de otros de cuyo nombre no quiero acordarme y que, desde su poltrona de concejal, están convencidos de que el hecho de que los polideportivos de su ciudad estén abierto hasta las cuatro de la madrugada, incita a hábitos poco saludables. Lo que desconozco, a qué horas volvía él a casa, cuando era joven y andaba  canturreando, guitarra en mano, de chigre en chigre. Ver para creer. Pero como no se pongan las pilas, le calificarán como ‘el breve’, como a su aguerrido director espiritual. Y así les va.
Ciertamente. Hemos pasado de una época de crispación superlativa a idiotez crónica. Cada vez se ven más idiotas sueltos por metro cuadrado. Cada día que pasa, los incompetentes, los Pepe Gotera y Otilio, los inservibles cunden cómo el arroz. Tienen suerte, triunfan en los negocios, son seductores de todo género femenino y, además, tienen labia, y arrollan. Mientras tanto, la gente honrada, los profesionales, las personas serías y responsables están condenados al fracaso y el caos más estrepitoso. Para ejemplo, lo que estos días se está viviendo en el Tribunal Supremo.
Cuando me contaban la actuación del imperfecto de marras no podía dar crédito a lo que escuchaba. En esta vida, las relaciones personales están por encima de las relaciones profesionales. Primero, se debe ser persona; a continuación, profesional. Pero en este país tan chismoso, hay demasiada gente que confunde los términos y así le va. En los negocios no se puede sobrepasar ciertos límites, y si atraviesas esa delgada línea, hay que ser consciente y consecuente de lo que arriesgas y de las consecuencias que tú actitud genera. Algunos tienen suerte. A las pruebas me remito. Siempre tropiezan con gente seria y profesional. Lo contrario a ellos.

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