Revista Literatura

El periódico

Publicado el 16 agosto 2011 por Netomancia @netomancia
- ¿Vos sos el nuevo, no? - le preguntó al chico de anteojos y mirada perdida que estaba parado bajo el marco de la puerta principal de la oficina.
- Si, mi nombre es...
- Bueno, vení, seguime, mirá no voy a tener mucho tiempo para mostrarte todo, vas a tener que ir aprendiendo a medida que laburás. En realidad tendría que estar terminando un artículo, no haciendo esto, pero el jefe de piso no está, el de redacción tampoco y ¿quién queda? el polifuncional González. Siempre queda González. Vení pibe, este es tu lugar de trabajo. La computadora te la traerán mañana. Supongo.
- ¿Y que hago hoy?
- ¿Cómo que hacés? Sos periodista, que carajo querés hacer. Escribí noticias. Hay un diario por hacer.
- Pero... ¿dónde?
- En papel, donde más. Después se lo pasás a un tipeador y listo. Mirá, es corta la bocha. Mientras más tiempo perdés delante de la computadora, menos tenés para estar en la calle o donde sea que obtengas información. Es decir, acá no venís a escribir un libro, sino noticias. Y si el tiempo no te da, está esta gente, que "pla pla pla pla" al teclado y en dos patadas te tiene un texto.
- ¿Y una vez que la redacto, se la paso directamente al tipeador o antes se la muestro a alguien?
- Para que te llamaron. Sección digo, para que sección.
- No, por ahora en realidad me dijeron que voy a estar con otros. No tengo nada definido.
- Bah... boludeces. Decime ¿entendés algo de leyes, cosas policiales?
- Sssi... maso.
- Listo, cubrís policiales. Acercate a Solano y Erilake, que son los que hacen policiales y te van a orientar. Yo, pibe, te dejo. Porque no termino más.
Se marchó raudo a su oficina, ubicada en un sala y no en un box, como el resto de los periodistas. Miró alrededor y se preguntó cómo haría para ubicar a las dos personas que nombró.
Caminó algunos metros en silencio y al ver a una joven muy bonita, tomó coraje y le preguntó por los apellidos que le habían mencionado.
La joven, de ojos del color de las perlas, se excusó de no poder ayudarlo. Era nueva.
- ¿Vos también? - preguntó el esperanzado. - Es mi primer día.
- Vaya coincidencia - le dijo ella - Pero mi papá es el dueño.
Y dicho esto, la preciosa hija del acaudalado empresario, se alejó. Sintió un pequeño retorcijón en el corazón. ¿Dónde me metí? preguntaba su cabeza.
Su próxima pregunta fue para un hombre mayor, de brazos cruzados delante de la pantalla de una computadora. Era feo y tenía pinta de desagradable. Al menos, no se llevaría ninguna sorpresa. 
- Señor, disculpe, estoy buscando...
- Todo el mundo esta buscando a alguien. ¿Qué, es que no los guardan bien y los pierden? - el hombre lanzó una carcajada feroz que se prolongó varios segundos - Disculpá pibe. A quién buscás.
- Solano y Erilake.
- A esos dos imbéciles. ¿Y para qué?
- Me asignaron a Policiales, el señor de aquella oficina.
- Otro imbécil. Pero aquel es imbécil en serio. Un gusto saludarte, soy Solano.
El chico lo miró con desconfianza. Solano era un imbécil o Solano era ese hombre. O las dos cosas. De todas formas, le estrechó la mano que le estiraba.
- Erilake - prosiguió Solano - anda en la calle. Seguro se estará haciendo tirar el cuerito - otra risotada estruendosa - Vení, seguime.
Solano se puso de pie. Era un hombre obeso, de gran estatura. Llevaba la bragueta desabrochada, pero al igual que con sus risas desmedidas, parecía que a nadie le importaba. Lo condujo hasta una mesa apartada, repleta de periódicos.
- Sentate ahí y ordename cronológicamente esos diarios, que estuve buscando algo hace un par de días y me quedó todo desordenado.
¿Esto debía hacer? Sintió impotencia y bronca, pero no obstante contestó de buena forma.
- Bien señor.
- ¿Sabés que es eso, no?
- ¿Qué cosa?
- Cronológicamente digo. Por fecha. De la más vieja, a la más reciente.
- Si, por supuesto que lo se.
- Por las dudas, mandan cada estúpido.
Se mordió los labios para evitar contestarle. ¿Sería así con todos los nuevos? Bueno, no con todos. La preciosura no tendría que soportar tales cosas.
Tres horas después, concluída la tarea, se dirigió hasta el escritorio de Solano. El gordo no estaba. Se sentó a descansar en el asiento del periodista. Un ruido sordo y pesado lo sobresaltó. Una pila de papeles había caído sobre el escritorio, delante de su vista. La persona que los había arrojado, estaba de pie, parado a su lado.
- Solano, esto lo necesitamos en limpio, pasado a noticia, para antes de las siete de la tarde. Comenzá a laburar.
- Pero...
- Vamos Solano, no hagás que llame a alguno de arriba.
El joven se quedó con la boca abierta. ¿Cómo podía ser que no supiera que el no era Solano? Desde lo lejos el hombre le gritó: "Antes de las siete Solano, antes de las siete".
Miró hacia todos lados y nadie se reía. Cada uno estaba en su mundo. Al menos, pensó, sería más divertido que ordenar periódicos en forma cronológica.
Terminó el trabajo una hora antes de las siete. Llamó al hombre al verlo cerca y éste leyó el texto.
- Bien Solano, buen trabajo. Me lo llevo, va a impresión. Si necesito algo más le aviso.
El joven pensó que aquello si que había sido extraño. Se quedó allí sentado hasta que la noche cayó del otro lado de la ventana y algunos comenzaban a retirarse. El sonido de los teclados retumbaba uniforme. Aquello era un mundo mágico. Se sentía a gusto, a pesar de ser nuevo y de su primer día tan atípico. Vio retirarse a la hija del dueño, envuelta en un camperón rojo. Unos minutos después, también se fue el.
Al otro día fue temprano. Ni bien ingresó, lo vio a González. Al polifuncional González.
- González, cómo le va. Hoy voy también con...
- González arriba jovencito, primer piso, segunda oficina a la derecha.
- Pero...
El hombre se alejó y se acomodó delante de una computadora, en un box contra una pared. ¿Qué le pasa a éste? pensó.
A su lado, pasó el obeso de Solano. Sin dudar un instante, lo siguió.
- Solano, señor Solano...
El hombre siguió caminando, sin prestarle atención. En lugar de ir hacia su box, giró en otra parte y se metió en otra ala del edificio. El joven se detuvo en la puerta. No le parecía correcto seguirlo hasta allí. Quizá iba al baño. Pero al menos, lo hubiese saludado. Imaginó que era probable que ni siquiera lo registrara.
Para ganar tiempo, fue hasta el escritorio que había ocupado la tarde anterior. Se detuvo de golpe. Ocupando la silla, estaba la preciosa hija del dueño. La vio de perfil e imaginó sus curvas debajo de la fina prensa de hilo que llevaba puesta.
- Hola - le dijo, con acento simpático - ¿Cómo te trata tu segundo día? - no pensaba amilanarse por el simple hecho que fuera la hija de "alguien".
- ¿Perdón? - contestó ella.
- Digo si ya te asignaron alguna función, veo que estás en el escritorio de Solano...
- Soy Solano. ¿Disculpame, vos quien sos? ¿Te mandaron a practicar acá?
- Si... ¿vos sos Solano? Pero...
- Por qué no vas a preguntar si realmente te mandaron acá querido, tengo trabajo y me estás retrasando. ¿Puede ser? Gracias bebé.
La chica siguió tipeando en la computadora. Quedó consternado. Vio venir al hombre del día anterior, que le había encargado el informe y lo detuvo.
- Señor ¿me recuerda? Ayer me encargó un informe.
- No pibe, para nada. Además, que te voy a encargar yo si solo preparo el café. ¿Querés uno? Estoy levantando pedidos en esta sección.
- No...
El mundo giró bajo sus pies. De pronto sintió que las paredes iban y venían y todo era un sueño. Se desdibujó el hombre que tenía enfrente, los escritorios, incluso la hermosura que dijo ser Solano... al aire se sintio rancio y la visión se tornó oscura.
Luego, volvió la luz.
- ¿Vos sos el nuevo, no? - le preguntó al chico de anteojos y mirada perdida que estaba parado bajo el marco de la puerta principal de la oficina.
- Si, mi nombre es...
Entonces,  al escucharse pronunciar esas cuatro palabras, supo que debía salir corriendo de allí.

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