El periodista y sus circunstancias (por Ana)

Publicado el 19 enero 2012 por Imperfectas
¿Qué se puede hacer cuando una no está inspirada para escribir, sobre todo si vive de ello? Supongo que sentarse delante del ordenador y enfrentarse a la hoja en blanco. Ser valiente, teclear las primeras palabras y dejar que el resto surja. Es una labor de paciencia y trabajo, no solo de inspiración y talento. Hay que trabajar duro y que las musas te pillen con los dedos en el teclado. Escribir es parte de mí misma, de mi vida y de ser, me ha servido para reflejar mis alegrías y para desahogarme de mis penas, para comunicarme y para redactar escritos que no saldrán nunca del cajón escondido donde se refugian. En múltiples etapas de mi vida es lo que me ha dado de comer: he creado guiones de entrevistas, de ficción, escaletas de programas que luego nunca se han realizado tal y como yo las había previsto... No me atrevo a decir que soy guionista, tengo a demasiados profesionales que sobresalen en esa dura profesión como para otorgarme el mérito de haber escrito un guión, pero sí soy redactora, soy escritora (aunque nunca haya publicado un libro), y soy, ante todo periodista. Periodista de vocación, de corazón y de profesión, periodista como hay miles en este país... y en paro, como hay otros miles...

Está claro que con esto de la crisis todo está fatal y cualquier profesión se está viendo resentida, pero el machaque a los periodistas y profesionales de los medios hace años que lo venimos sufriendo. Y entonces no existía ninguna crisis, se ataban los perros con longaniza. Yo he tenido “suerte” y he llegado a trabajar bastante tiempo en un mismo programa o en una misma productora, pero aún así, siempre he firmado contrato por obra, sin derecho a vacaciones (computadas en el sueldo), sin pagas extras (también computadas), sin derecho a representación sindical (esa cláusula la he firmado, sí) He llegado a estar en casi todas las cadenas y muchas productoras, vamos, que la estabilidad laboral brilla por su ausencia. Y todos hemos tragado y pasado por el aro. Horarios infernales, festivos trabajados, engaños como que para coger un puente hay que grabar cuatro programas seguidos, lo que suponía trabajar doble jornada los cuatro días anteriores al puente. Y la inseguridad de ir a grabar sin ningún tipo de protección, es decir, tú sola con tu cámara (aunque tú no seas profesional de eso) a sitios no muy recomendables. Y el racaneo de discutir sobre si te pagan la comida cuando estás en grabación o no, si tienes derecho a un taxi o te tienes que ir en tren desde Alcalá de Henares al centro de Madrid... Y así mil y una...

Y lo hemos consentido porque “esta profesión es así”, porque nos apasiona lo que hacemos, porque lo disfrutamos, porque tenemos veinte años y las ganas de comernos el mundo a grandes bocados nos puede... pero llegan los treinta, los hijos, las responsabilidades y ves que eso no puede ser, que ese ritmo no lo vas a poder aguantar... Y la culpa es nuestra, por supuesto, por no unirnos, por no pelear, por no decir no... Pero es que es lo que hay... Además, luego ves lo genial que ha quedado tu entrevista, tu grabación en plató, tu noticia, y se te olvida un poco lo que has pasado para conseguirlo...

El problema es que ahora a todo lo anteriormente descrito se unen los despidos, las bajadas de sueldo y el trabajo realizado por becarios y jóvenes recién salidos de la facultad. No tienes ni derecho a la protesta porque hay cinco millones de parados y mucha gente deseando agarrar tu silla. Y la calidad de programas, informativos, programación de radio, redacción en periódicos, se debilita. Allí donde antes trabajaban tres redactores y cuatro de producción, ahora solo quedan uno de cada y además cobrando la mitad de las tarifas que se cobraban antes. Entonces los decorados de las series empiezan a parecer de corcho, el atrezzo de los programas se rompe, en la radio cualquiera puede decir cualquier burrada porque no hay nadie con criterio que lo controle, en los periódicos se publica con faltas de ortografía y mala síntaxis... En fin, que la calidad se resiente, pero a nadie parece importarle, seguimos viendo programas, leyendo periódicos y oyendo radio sin emitir una sola queja.

Y yo sigo escribiendo porque es mi vida, es mi vocación. Continúo medianamente informada porque va en mis genes y en mi formación. Sigo diciendo que soy periodista porque es lo que soy, porque me enorgullece y porque me gustaría volver a serlo algún día cuando todo esto se estabilice. Y quiero seguir reivindicando que necesitamos que esta profesión se adapte a unas reglas de mercado, que no todo vale, que desde el gobierno o el estamento que corresponda, se tienen que vigilar las grabaciones y el trabajo periodístico y las condiciones en que se realiza, que por una vez nos rijamos por convenios reales y no por papel mojado. Espero y deseo que algunas empresas dejen de aprovecharse de la pasión que ponemos en nuestro trabajo, en lo vocacional que es para exprimir a su personal hasta el límite. Me gustaría que los estamentos y medios con los que tratan los periodistas los respeten y les vean como lo que son, un grupo necesario para crear una sociedad informada con su propia opinión (lo del nuevo Presidente del Gobierno que no contesta a preguntas es de juzgado de guardia, para que ya hubiera pasado algo). Y que la sociedad respete esta profesión y nos vea como lo que somos, profesionales que intentamos hacer lo mejor posible nuestro trabajo a pesar de las trabas que se nos pone.