El peso de la culpa
Él gozaba de una gran capacidad para erigir una historia de la nada, aunque nunca se planteó utilizarla en proyecto creativo alguno. Se dedicaba a la hostelería, era el dueño de un bar que le daba para vivir holgadamente, pues estaba situado en el paseo marítimo de aquella populosa ciudad de provincias cuyo mayor atractivo consistía en la mansa belleza del mar perdiéndose en el horizonte. Él realizaba la ardua tarea de calmar el hambre y la sed de miles de turistas cada día.
Tendría que extremar el cuidado, y nunca más sacar esa conversación. Podría perderlo todo si daba con el cliente adecuado. Tendría que vivir con eso, su propia espada de Damocles.
Y es que nada es para siempre. Ni siquiera los secretos.