La última entrada de Antonio Cartier me sirve de percha para hacer una reflexión. Si hay algo que sea poco menos criticado que los políticos son los sindicatos. Y a diferencia de los primeros que tienen una atalaya permanente y fija en los medios de comunicación, los segundos han de lidiar con la información corporativa de las empresas, las noticias de sociedad y las de economía para encontrar un pequeño espacio en los medios de comunicación. Claro que hay blogueros que explican la visión desde dentro del mundo sindical, el ejemplo de sindicalista.org es uno claro, pero evidentemente bastantes menos que los partidos políticos.
Por ello es bastante fácil que los lugares comunes que se generan a su alrededor no sean fáciles de desmontar. Últimamente parece que a todo el mundo defrauden o les sobren. Para la caverna madrileña los sindicatos son un lobbye de perezosos que sólo sirven para vivir de subvenciones, pero a parte les reprochan que no monten una huelga general al gobierno de Zapatero. Para la “izquierda de verdad” unos blandengues que han abandonado sus valores tradicionales y para las hordas meneadoras (al versión internauta de los seleccionadores de bar) unos vendidos que no luchan por los intereses de los trabajadores.
No voy a hablar de las críticas constructivas y hechas desde el respeto institucional a los sindicatos que realizan algunos blogueros desde posturas bastante sólidas. Los sindicatos tienen un aspecto institucional que los hace blanco legítimo de las críticas. Evidentemente, y algunas hasta las puedo compartir. Ahora bien, lo que ya es insostenible es el pim-pam-pum de lugares comunes que se puebla la blogosfera (y fuera de ella), algunos de los cuales voy a intentar desmontar.
En esta primera entrega entraré en el mito del apesebramiento de los sindicatos y que el hecho de depender del erario público les hace poco beligerantes.
¿Los sindicatos son unos subvencionados?
Sí, alrededor del 50% del presupuesto de los sindicatos corre a cuenta de subvenciones, la mayoría (95%) son subvenciones finalistas y sólo una pequeña proporción son subvenciones por representación sindical pura y dura para el funcionamiento del sindicato. Y aunque es esperable que dentro de lo posible los sindicatos se autofinancien más, es la opción del tipo del modelo de negociación colectiva que se decidió a inicio de la transición.
En este país la negociación colectiva cubre a todo el universo de trabajadores de un sector o una empresa, más allá de lo que puedan negociar individualmente, por ello la negociación colectiva que pagan los afiliados beneficia a todos los trabajadores, y la “paz social” y los acuerdos que han asumido todos los agentes sociales: patronales y sindicatos, afectan a todo el universo: a todos los empleadores del sector y a todos los trabajadores del sector, más allá de la afiliación o no de los trabajadores o la pertenencia o no de los empleadores a una patronal. El hecho es que esa negociación colectiva que sirve al conjunto de los trabajadores y empresarios la pagarían sólo los afiliados a los sindicatos y los asociados a las patronales es lo que justifica la financiación de los sindicatos y patronales.
¿Y esa negociación realmente beneficia? Evidentemente que sí, todo el mundo sabe lo que son los costes de la negociación. El hecho de que los trabajadores tengan que lidiar por sí solos sus condiciones laborales sin ningún suelo es lo que se llamaría una situación de desigualdad negociadora o de monopsonio. Puedo entender que haya muchos que consideren que el convenio de su sector es una mierda, seguramente lo és, pero también es más o menos proporcional a la productividad y más jodido sería negociar tu sueldo partiendo del Salario Mínimo Interprofesional y tus condiciones del Estatuto de los Trabajadores. Por tanto ya va bien que como mínimo parte del esfuerzo negociador se haya simplificado, las condiciones sean un poco más homogéneas y de partida los convenios ofrezcan una foto del suelo de los salarios del sector y que corresponden más o menos a aquello que están dispuesto a pagar las patronales y lo mínimo exigible por los sindicatos. Sólo hay que comparar la relación de salarios en sectores con o sin presencia sindical, o con o sin negociación colectiva para ver el resultado: sectores como el “lleure” o la vigilancia privada han visto cuando se han podido organizar sindicalmente como sus salarios daban un salto del 15% en un año porqué se equilibraba (y bastante) el poder negociador del empleador con el del trabajador.
Por tanto la existencia de negociación colectiva es buena para el trabajador, y también es buena para el empresario porqué le ofrece marcos de seguridad jurídica y unas reglas a las que atenerse. Además limita mucho el efecto de competencia a la baja en salarios en la oferta de servicios y también estabiliza, cuando es más o menos coordinada, a civilizar la economía. Por tanto la negociación colectiva que tiene muchos beneficios para trabajadores y empresarios y para la propia economía se pagaría sólo por los afiliados. De ahí a que los sindicatos en proporción a su representación reciban apoyo económico del sector público.
Es discutible si los sindicatos han de recibir o no subvenciones, etc.. etc.. Pero es evidente que no las reciben gratis. A parte de que muchas de estas subvenciones son a fondos finalistas: cooperación internacional con proyectos de desarrollo sindical en países en vías de desarrollo, formación, etc… estas se reciben con tres condiciones:
- Transparencia y control por parte de la administración del uso de esos fondos. Al igual que cualquier ONG, Fundación, etc.. que percibe dinero público con un sentido finalista este debe justificarse, y mostrar que se ha gastado en lo que toca y no en otras cosas. Y aunque ha sido histórico el fraude en la formación en la década pasada, estos casos hoy en día no se dan y el control que se realiza de los fondos de formación es mucho más estricto (cosa que me parece bien, el dinero para formación es para esa formación no para financiar el funcionamiento ordinario de ninguna organización).
- Efectividad real. Si los sindicatos (y las patronales) reciben dinero para formación de trabajadores en activo es porqué son mejores que la administración a la hora de organizarla o porqué son capaces de organizar con otras administraciones una mejor formación orientada o a las necesidades de un sector o un territorio pequeño. No es porqué tengan mejor capacidad de organizar cursos, sinó que saben por estar emebebidos en el sector que cursos son los que más necesitan: por ejemplo, son míticos los cursos de formación en el sector del transporte de cosas como la conducción en condiciones peligrosas. Otro ejemplo, ¿quien mejor que otro sindicato a la hora de ayudar a crear organizaciones sindicales en los países en vías de desarrollo?, si la administración impulsa programas de cooperación una parte de estos es en ayudar a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores de ese país y para ello es necesario ayudar a los sindicatos incipientes de estos países a funcionar.
- Representatividad y legitimidad. Más allá de ser la “ONG” más preparada para realizar una serie de funciones que desde el sector público se consideran importantes, los sindicatos no la podrían ejercer si estos no tuvieran legitimidad. ¿Porqué darle a UGT o CCOO fondos de formación y no dárselos al “Sindicato de Amigos de Panete”? ¿porqué me caen mejor CCOO o UGT?, no, porqué UGT y CCOO tienen la legitimidad de ser sindicatos mayoritarios. Que no significa más que estos son sindicatos que mayoritariamente (más del 90%) han sido elegidos por los trabajadores en las elecciones sindicales.
La legitimidad de las elecciones sindicales, hay quien las cuestiona, pero considera muy válidas las elecciones de cualquier otro tipo. Mientras que en las elecciones sindicales hay participaciones reales del 70%, y constantemente hay procesos electorales en las diversas empresas que suponen un reto a los delegados, los “gobiernos” viven tranquilos durante 4 años y una tasa de participación superior al 60% siempre es vista como un éxito. Y para el que crea que las elecciones sindicales sólo ocurren en las empresas grandes, el sindicato al que estoy afiliado es mayoritario en la pequeña y mediana empresas y es donde mayor número de delegados ha ido consiguiendo en los últimos años.
¿Pero realmente la dependencia económica del erario público hace más dóciles a los sindicatos?
Hay que decir que la “docilidad” de los sindicatos no es proporcional a su dependencia del erario público. Si el número de afiliados marca la capacidad de generar recursos propios fiables que no dependen de los acuerdos con los diversos gobiernos, cuanta más afiliación más autonomía tienen los sindicatos, ¿no es eso lo que propugnan muchos opinadores?. Bien, pues en los últimos años el momento con la afiliación más baja que la actual (2002) en comparación a momentos actuales, fué el de la huelga general. La afiliación a los sindicatos españoles es algo que ha ido aumentando de forma irregular pero sostenida desde que se legalizaron (hoy a 4 afiliados por los que había en la década de los 80 y la tasa de afiliación se ha doblado) tendencia que se ha mantenido incluso hoy en día. Hoy los sindicatos dependen más de sus propios recursos que en la década de los 80.
Asalariados afiliados a los dos sindicatos mayoritarios (UGT y CCOO). Datos recogidos por la OCDE. Quedan excluidos afiliados jubilados y autónomos afiliados.
¿Cómo es posible que cuando los sindicatos dependían más de la voluntad de los gobiernos a la hora de subvencionarlos eran más beligerantes y actualmente con un nivel de afiliación un 15% mayor (y un 15% más altos los ingresos propios) no lo sean? ¿Es porqué los sindicatos son unos subvencionados o porqué consideran que estrategicamente, en su legítimo uso de la huelga general, se causaría más daños que beneficios?
Comparaciones con Europa
Vayamos a ver lo apesebrados que están los sindicatos españoles y por tanto lo poco beligerantes que son debido a que están subvencionados. ¿Qué indicador podemos utilizar?, uno puede opinar sobre lo que ve en la tele o la radio, lo que lee en el periódico o lee en blogs, las opiniones y comentarios de los usuarios de menéame o las opiniones de los bares, eso puede ser una fuente de inspiración o irse a algún dato más o menos objetivos.
El único que se me ocurre es el de conflictividad laboral, que se mide por número de horas perdidas en huelgas por cada 1000 trabajadores. Este indicador para el 2007 (últimos datos disponibles) para muchos países de la UE-15 da la siguiente gráfica:
Curiosamente destacan España, Italia, Finlandia, Reino Unido y muy por encima Francia. En Italia y Francia los sindicatos están enfrentadísimos al gobierno de Berlusconi, pero en España y Reino Unido teóricamente gobiernan las izquierdas. En Finlandia la tasa de afiliación y la capacidad económica de los sindicatos es brutal, parecida a la de Suecia o Noruega, mientras que su conflictividad laboral es mucho más alta. Los sindicatos franceses, que son junto los griegos y portugueses los que tienen las peores tasas de afiliación de los países de la UE-15 y que dependen más que ninguno de la aportación pública son los más conflictivos, pero por otro lado los portugueses no están creando esa conflictividad (los días perdidos por huelgas por cada 1000 trabajadores en el 2006 en Portugal fueron de 16).
¿Porqué esta disparidad de conflictividad que no depende de la financiación sindical o de su tasa de afiliación? pues por motivos que no se explican ni por la orientación del partido en el gobierno, ni por la financiación de los sindicatos, ni por su dependencia económica. La beligerancia o no de los sindicatos depende de cuestiones estratégicas que deciden los propios sindicatos en cada empresa y en cada sector, dependen de decisiones orientadas a los legítimos intereses de los trabajadores tal y como los interpretan los sindicatos, y a la cultura laboral que hay en cada país. Pueden ser decisiones acertadas o no, son criticables, evidentemente, pero no responden a criterios de financiación sindical.
Conclusión: la dependencia del erario público no los hace unos apesebrados ya que han de responder en las elecciones sindicales
El argumento de pesebristas y apoltronoados es fácil de elaborar, sostenerlo de forma racional no tanto. De un hecho real: los sindicatos dependen la mitad de su presupuesto del erario público, se ha construido todo un imaginario que no se corresponde con los datos reales. Esa crítica no se les hacía en los muy conflictivos años 80 cuando dependían bastante más del apoyo público para su existencia, y hoy, cuando tienen el mayor nivel de independencia de toda su historia se les lanza en cara. Comparativamente con Europa sindicatos como los franceses que dependen más del estado que los españoles son más conflictivos, mientras otros como los finlandeses con unos recursos propios que enmudecen a los españoles también tienen conflictividad alta, por otro lado, los portugueses con más dependencia del sector público que los españoles tienen tasas de conflictividad más bajas, o los suecos con unos recursos propios increibles también. La relación “dependencia económica” y “conflictividad” no existe y depende más de la cultura sindical y laboral, del estado de la economía, de la estrategia sindical, aspectos que pueden ser criticables pero no fruto de una estrategia de intereses pecunarios de los propios sindicatos.
El propio hecho de que los sindicatos deben responder día tras día en las elecciones sindicales y que el hecho de poder ganarlas les mantiene el hecho de ser reconocidos como mayoritarios y por tanto actuar como agentes de la negociación colectiva en sectores y recibir esa financiación pública les obliga a realmente poner un énfasis en su trabajo que va más allá de trabajar para el afiliado y velar por el interés del conjunto de los trabajadores.
Los incentivos económicos de los sindicatos no son agradar al gobierno de turno (seamos serios, excepto Tatcher ningún gobierno europeo ha recortado las aportaciones públicas a los sindicatos, otra cosa es regularizarlas, hacerlas transparentes, evitar fraudes como se ha hecho la última década en España), sinó ganar elecciones sindicales y conseguir afiliados, pero sobretodo ganar elecciones y por tanto responder a los intereses generales de la clase trabajadora.