Entre sueños y desvelos, los colores dispersos en el aire, figuras rondando en la cabeza, las paredes cual inmensos lienzos en blanco le guiñan el ojo coquetamente, no hay vuelta atrás, si toma la mano y toma el pincel tendrá que ser parte de su inconsciente, sabe que los colores le irán diciendo uno a uno como quieren ser puestos, las figuras aparecen en el aire como plantillas puntilladas, este es un hermoso sueño piensa, ahora soy yo quien se transforma en pincel y se deja llevar por la mano que sabe adonde se dirige cada trazo.
Ha amanecido y en el muro frente a su casa, el perro cual guardian la observa y le agradece la complicidad.
Seguro del éxito que aún no intentaba construirse y traicionero a sí mismo, recorrió sueños de grandeza y lucro. Se imaginó recibiendo premios, dedicando libros y viendo su balance bancario crecer de formas descomunales. Se vio en hoteles, conferencias y revistas faranduleras. Se llenó de gloria, sin darse cuenta que la historia se escapaba de su mente por la grieta del ego que crecía de forma vertiginosa y horrible. Ufano, salió de la cama y se dirigió a la ducha, realizando su rutina mañanera con la misma precisión de siempre pero con mucho más certeza.
Pero al sentarse frente a la máquina de escribir, un profundo silencio invadió la sala. Era la nada. El ego, descubrió, nos ofrece brevísimos instantes de éxtasis, pero nos cobra una enorme factura. Al hombre le tocó pagar con la inspiración, recordando únicamente que había un perro, un perro cuyo rostro no podía traer de vuelta, por fuerte que lo intentara, uno para el que no encontraba razón de ser. Todo se había ido. La depresión, entonces, invadió su alma fragmentándola en un dominó de arrepentimientos. Perdió la energía, el deseo de vivir y se encerró para siempre en la casa. Sus dedos y su mente se entumecieron. Las infinitas ventanas al mundo se tapiaron con ladrillos y cemento. No quedó nada para él.
¡Vaya la vida y sus lecciones! Al otro lado de la pared, muro y perro se encontraron con el rostro bondadoso de un hada, y vivieron su historia- Pero nadie, nunca, pudo escribirla.
Fabiola Arrivillaga
POR: ELENANURA, OLGA CONTRERAS, TANIA HERNÁNDEZ, DANIELA ESMERALDA SÁNCHEZ, FABIOLA ARRIVILLAGA
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