Vuelo hacia el amanecer. El mar aún se aprecia, se ven las olas y los claroscuros de las profundidades. El cielo va del anaranjado al azul turquesa y un manto de nubes lo viste aquí y allí de grises y tonos berenjena. Sí, berenjena.
Vuelo hacia el amanecer y me acompaña la luna llena casi decreciente. Intento captar el momento con palabras porque las fotos no hacen justicia a la plácida belleza que veo por la ventanilla del avión. Viajar sola tiene esta ventaja contemplativa, en silencio la cabeza va a mil por hora y hace mucho ruido. Intentas no pensar en nada más que en la poesía de lo que estás viendo. Pero la mente tiene otros planes y es difícil concentrarse solo en el paisaje.
Parece que volar sola ya no se estila mucho. Al entrar la azafata me ha preguntado sorprendida "solo vas tú?". Buscaba un acompañante con la mirada. Me ha parecido curioso.
Vuelo hacia el amanecer y me adelanto al placer que va a proporcionarme ver los Pirineos y los Alpes desde el cielo. Es una visión tan conmovedora que difícilmente podré olvidarlo. Es como cuando regreso a mi isla y el avión se acerca poco a poco hasta que ves la costa desde el cielo. Sobrecogedor. O como cuando lentamente el barco se acerca al puerto y ves dibujarse la silueta de la ciudad, cada vez con más detalle.
Me estoy deleitando ya con el paisaje verde y las montañas que veré desde el tren. Sé que dos horas de trayecto por las vías mirando la ventanilla, leyendo y pensando darán para mucha relajación, sonrisas silenciosas y disimuladas, ideas absurdas y torrentes de palabras. Si tuviera el coraje de dedicarme a escribir creo que haría de los largos viajes en tren mi oficina.
Vuelo hacia el sol que ya deslumbra y pienso que su reflejo me da un color bonito en el pelo. Un pensamiento fútil y nada profundo, lo sé, pero algo más placentero que cuando hace un rato pensaba en mi muerte (eso da para otro artículo, "Cuando sueño que me muero y os quiero", e incluso para una segunda parte, "Cuando sueño que te mueres y te quiero").
Francamente, señora azafata sorprendida, viajar sola es un placer. Debería estar recomendado por la OMS. Si no fuera porque viajar contamina una barbaridad (mi mente y mi conciencia no me dejan viajar tranquila, ya veis) debería ser obligatorio para la salud mental. Vuelo hacia el sol, conmigo misma, y pienso. Os deseo de corazón que también podáis disfrutarlo.
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