Alguien reservó una lujosa habitación en el Mayflower Renaissance Washington Hotel, situado en el 1127 de la céntrica Connecticut Avenue. Cuando aquel joven entró en la habitación número 344 vió como una sombra se dibujaba sentada en un cómodo sofá, dejando a su derecha una hogareña chimenea que nadie se había molestado en encender sobre la cual y con pésimo gusto, habían situado una de esas pantallas de plasma creando un contraste a medio camino entre la cutrez y la ignominia. Él sabía que llegaba tarde y que estaba expuesto a tener que soportar el enfado de aquella figura que lo aguardaba.
- Llegas tarde, musitó una grave voz.- Lo sé y lo siento, ya sabes, el tráfico... acertó a decir con voz titubeante.- Silencio!, pongámonos al trabajo; hay mucho que hacer y tenemos poco tiempo, exclamó el primero de forma tajante.
Al cabo de unas horas todo estaba decidido. Ambos sujetos abandonaron la habitación con la misma discreción con la que la habían ocupado. No pasaron por la recepción sino que su tarjeta VIP les permitía olvidarse de trivialidades como el pago de la cuenta y acceder directamente a un párking privado. Se despidieron con frialdad, les bastó un leve gesto de cabeza y partieron, en coches separados, hacia el aeropuerto donde sabían que les estarían esperando.
Tomó aquella cuartilla y se entretuvo unos minutos en leer aquellas palabras subrayadas, sin la continuidad de un texto: "sorprender es vencer", "tierra antes que aire", "un plan de 180 grados", "hacer lo que no esperan", "contención de Vick" y un número indeterminado de símbolos, cruces, rayas y cuadrados que para él no tenían ningún sentido. Acabó su trabajo con pulcritud, como le exigía la gerencia del hotel y abandonó la estancia. Aún recordaba como cuatro compañeros suyos habían sido despedidos el mes anterior por no realizar un trabajo "de acuerdo con la calidad que este establecimiento ha marcado", en palabras de un incompetente Director de recursos humanos.
Minutos más tarde pasó por delante del lujoso hall del hotel y le entregó aquel papel a uno de los recepcionistas. Este lo tomó, lo observó con extrañeza, buscó con la mirada una confirmación por parte del Jefe de Recepción y acto seguido tomó el teléfono; espero unos segundos y cuando, al otro lado de la línea telefónica alguien respondió a la llamada acertó a decir:
- Señor Kyle Shanahan?, le llamo desde el Mayflower Renaissance, verá; usted o su padre han olvidado una hoja en su habitación, ¿qué desean que hagamos con ella?, de acuerdo Señor Shanahan, no se preocupe, será destruída ahora mismo, gracias y que tenga un buen día.
Colgó y tiró aquello a la papelera.