Sonríes.
Sonríes y enseñas los dientes como el depredador que eres.
Como una advertencia.
Con el tempo de los latidos de tu corazón se podría hacer una marcha militar.
Intentas pestañear lo justo para que tu mirada resulte más directa, mas seria.
Pero tú mismo te delatas, todo esto te gusta demasiado como para alejarte y escapar.
Con la seguridad del vencedor patológico, te atreves a predecir un futuro incierto que ni tú ni nadie conoce.
Y amenazas y avisas, queriendo dejar bien clara tu postura. Reafirmando tu autonomía, tu seguridad, tu rebeldía y tu clara superioridad sobre todos los demás.
Eres lo suficientemente inteligente para saber que todo eso no me importa.
Y me odias.
Y ahora que todo comienza a ponerse por fin interesante, que tú ya no eres tú, que ya eres un poco más mío, lo quieras o no; comienzas a arañar y patalear.
Pero no importa quien tenga el poder,
no importa quien vaya a por quien,
no importa en cuantos trozos nos rompamos,
ni el rastro que dejaremos para no perder nuestra identidad.
Yo me seguiré deslizando por tu piel.