«Amigas, amigos: beber no es malo. Nuestro fin, como colectivo, es desterrar de nuestros hogares —y de demás: para eso hay subfusiles y cócteles molotoff— el vicio horrendo del alcoholismo; ¡basta de familias destruidas! ¡Basta de cirrosis! Hay que aprender a beber como señores. La Ley Seca partía de un principio equivocado: prohibir el alcohol para todos. Era una medida democrática y, como tal, equivocada. Se trata de algo más complicado, y más acorde con nuestro espíritu de libre empresa: el alcohol debe considerarse un lujo: el premio al ciudadano ejemplar, que cumple con las leyes de la competitividad y accede a un puesto de privilegio. A este se le abrirán las puertas doradas del champán, los rojos sueños del Burdeos y de los generosos vinos españoles. Los privilegiados —los que han sabido ganárselo— gozarán de las delicias blancas del vodka ruso, del ron jamaicano. Y, al mismo tiempo, prohibiremos —eso sí— los vinazos, las cervezas guarrindongas. Nada más bajo que el buen jerez será bebido en nuestro país! Y, todo el alcohol, pagado seriamente, haciendo honor al status económico de los consumidores eméritos.»Amigos, amigas: nuestros ejecutivos tienen derecho al “reposo del guerrero”. Ellos tendrán la evasión de las drogas más exquisitas; las más dulces diosas de la voluptuosidad, los adonis del deseo, y también los severos serectónicos, dispensadores de rígidos castigos, dispensarán placer a los cuernos de nuestros héroes cotidianos, de quienes levantan en vilo nuestro sueño social. También ellos, necesitados de evasión, de romper con las responsabilidades de todos los días, tendrán derecho a la dulzura de las drogas que dejan estupefacto y feliz; también, al juego, al riesgo sin riesgo donde las fortunas juegan al vals sin cambiar nunca verdaderamente de manos. Porque es una ley matemática que los hombres prósperos —es decir, según nuestro credo calvinista/puritano, los Elegidos— tienen de su parte el azar en el juego.»Propongo, queridos amigos, miembros respetables de nuestra sociedad, perfecta casi, pero aún perfectible, la reaparición legal del Sindicato del Crimen. Las actividades ilegales, bien canalizadas, son los pilares que sostienen a nuestra sociedad. Os ofrezco entrar en este “Titanic” a prueba de ice-bergs, en este barco de lujo que comienza hoy su singladura venturosa por nuestro mundo, aportando, a quienes tienen derecho a ellos, todos los placeres del mundo; y, por supuesto, cerrando las compuertas del vicio, malolientes, a la ingente multitud de desheredados que no saben siquiera conseguir su lugar al sol. Para eso, crearemos una policía severísima: ningún placer para los ilotas 0 bien, placebos: tranquilizantes a discreción, que les dejen tontos y tranquilos. Heroína cortada con estricnina: les deja tontos, y además mata unos cuantos, con lo que se reduce el problema del paro obrero. Además, siempre pueden usarse los placeres ilícitos —o sea, los de los pobres— para controlar y catalogar como delincuentes a todos los posibles agitadores, descontentos activos y demás ralea. El Sindicato del Crimen será un instrumento perfecto de control social (grandes aplausos y bravos).»Y ahora, si me lo permitís, pasaré a hablar de otro sistema de defensa de la libertad de comercio e industria: la protección...)».
Eduardo Haro Ibars recitando en el pub Titto´s