El terremoto había creado una gran ola que arrasó con el barco hundiéndolo. Ni el más hábil de los capitanes ni la más experimentada de las tripulaciones pudo hacer nada contra la gran ola, esta pasó como si de hormigas fueran destruyendo y hundiendo a todos los barcos que encontraba a su paso.
El capitán de la Galera Errante abrió los ojos para encontrarse viendo la inmensidad del océano frente a él. Aún recordaba la noche anterior cuando la gran ola que causó el terremoto los atrapó entre sus salados brazos y los arrastró al fondo del mar. No tuvieron tiempo, no tuvieron oportunidad, apenas pudieron rezar al dios de los mares para que sea misericordioso con sus muertes y que sean rápidas. No había escuchado la suya y ahora se encontraba como un náufrago en medio del océano sin posibilidades de sobrevivir.
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