Revista Literatura

El prisionero

Publicado el 09 julio 2017 por Alejandrajaal @jandranara5

            

                              EL PRISIONERO

     Sueña el prisionero oprimiendo entre sus manos los barrotes de su celda. Los hierros fríos entre sus manos queman como ascuas incandescentes.

     El deseo aniquilado mil veces antes de nacer, le hace inclinar la cabeza y mirar fijamente al suelo sucio, frío, pequeño y ceniciento. Se ha acostumbrado a callar, ya no grita como los primeros días. 

      El eco de su voz se perderá como en tantas ocasiones, en los oscuros pasillos de jueces sin conciencia, no hay pasadizo secreto, tampoco hay corazones nobles de limpia verdad y justicia. Los estigmas grabados en la piel le hacen estremecerse, agitarse, como mil y una vez. Constantemente le pasa. La furia interna le provoca fiebre y delirio. El tiempo parece deshilvanarse en el recuerdo, con pesados cortinajes grises que todo  lo oscurecen. En sus hombros cansados,  sin vida se posa el peso del mundo, y una atmósfera embravecida. Vapulea el recuerdo ajado y torturado del alma cautiva.

      ¿Existirá el alma?  ¿Tendré yo alma?

Preguntas inconexas y sin sentido atraviesan su mente errada del naufrago sediento; pero… hay un camino de sombras y no consigue una respuesta clara. Los espejismos adormecidos, forman figuras caprichosas, en el laberinto de su sed y soledad inmaculada. Él arrastra una túnica de cadenas que abre llagas en su piel sangrante. Con la tristeza de todas las esperas dormidas en el tiempo. ¿Tendré yo alma? (Vuelve a preguntarse.) Creo recodar, que alguien, alguna vez, dijo, que todo el mundo la tiene.

     ¡Vaya!, ¡ qué bonita frase!

     El alma es la mente, la mente es un pensamiento y todo lo que sientes, ¿entonces…?   Soy llanto, espera, tristeza y… nada más. Vago por los precipicios  sin rumbo en recuerdos de otras vidas. Ese no soy yo, yo soy el tambor roto que rueda por la calle: el suicida de mapas de otros mundos, la barca anclada en el  puerto que nunca salió a navegar, pero dolida, ajada y vapuleada por el oleaje bravío.

      Una sentencia repetida, con la señal fija hacia una estrella sin luz. Eso soy yo.

     Tengo delirios ¡Otra vez la fiebre! El tarro de los fracasos se ha roto entre  mis manos torpes,  navego en un mar de arena y silencio,  me escapo y vuelo alto,  veo una sonrisa clara,  un beso y unas manos blancas como alas que me elevan al cielo, con reflejos de sol y dorado terciopelo. Soy una nube de plumas perfumadas en el jardín de los deseos, donde los duendes bailarines se divierten con mi sombrero. Soy ave y sueño, prisionero y dueño, rey y mendigo de un mundo de tesoros aprisionados,  fabrico vientos vertiginosos en los que navegan los cautivos.

     No quiero hacer preguntas y, menos, respuestas de frases hechas, formadas con experiencias de otras vidas, de otros hechos. Dejad a los sabios su sabiduría secreta y métodos concretos. Yo soy viajero hacia otra meta, hacia el horizonte infinito y sin huellas. Sello mis labios a las simas de cuestiones sin respuesta, profundizo en el silencio denso de la soledad perpetua. Penetro en mis adentros, libero mis miedos antiguos y viejos, mis caricias dormidas, mis besos, mis deseos más secretos. Los caminos que no anduve, todo lo que nunca  viví, está en mí. Llevo un tesoro escondido que lanzo al aire de promesas olvidadas, de los cuentos de antaño. No quiero las palabras fingidas de consuelo ni la esperanza inalcanzable. No las quiero. 

     Yo tengo mi credo, un alma libre que vuela y se escapa, aún, estando prisionero.      


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