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El problema de las farmacias

Publicado el 31 octubre 2012 por Torrens

Voy a explicar brevemente el problema de las farmacias porque lo conozco bien ya que en casa lo padecemos, pero sobre todo porque en ningún lado lo he visto descrito en su totalidad y también porque es un buen ejemplo de algunas de las cosas que deberían cambiar en la administración pública en especial en cuanto al trato con los ciudadanos.

Todo el mundo habla del problema de las farmacias, pero lo limitan a la cuestión de los cobros. Al retraso que en muchas CCAA ha sufrido el pago de la facturación de las farmacias a la Seguridad Social por encima de lo acordado entre los Colegios de Farmacéuticos y la entidad gestora de la Seguridad Social en cada CCAA. Este es un grave problema para muchas farmacias, especialmente en aquellas CCAA que llevan varios meses de retraso, pero no es el único problema, y tampoco el más importante.

Con frecuencia tengo la impresión que hay políticos que por conseguir apuntarse un éxito, aunque solo lo sea en apariencia, y aunque detrás de esa apariencia se esconda un desastre, por supuesto no dudan en pisotear el interés de los ciudadanos y si muestran algo por ellos es desprecio. En mi opinión este era el caso de la señora Elena Salgado de muy nefasta memoria y probablemente uno de los peores ministros, sino el peor, que hemos tenido la desgracia que pasase por un gobierno de este país desde que murió el dictador, y quizás incluso antes.

Hago esta moderada descripción de la gestión de la Sra. Salgado porque ella es la principal responsable, todavía hoy día, del problema de las farmacias, aunque las farmacias solo engrosaron la lista de profesiones y ciudadanos gravemente perjudicados por la catastrófica gestión de dicha señora.

El primer Ministro de Sanidad al que se le ocurrió hacer algo para reducir el consumo de fármacos fue Ernest Lluch que practicó una moderada y temporal reducción de precios en 1985. Cuando el Sr. Lluch dejó el Ministerio declaró que su medida había fracasado porque no era sobre los precios sobre lo que se tenía que actuar sino sobre los hábitos de consumo. Todo y la honestidad de Ernest Lluch nadie le escuchó y prácticamente todos los ministros que le sucedieron llevaron a cabo solo ajustes de precios, que como el primero eran moderados y algunos temporales, y a lo largo de 20 largos años quedó pero que muy claro que Ernest Lluch no se había equivocado y las sucesivas reducciones de precio no tuvieron el más leve impacto sobre el gasto farmacéutico lo que probablemente habría convencido de que se tenían que buscar otras vías para reducir el consumo a cualquier Ministro que tuviese un mínimo de capacidad intelectual e inteligencia, pero para desgracia de este país, en el 2004 la Sra. Salgado pasó a formar parte del primer gobierno ZP como Ministra de Sanidad, y en poco tiempo quedó claro que la susodicha señora no alcanzaba los mínimos necesarios para tomar la decisión adecuada. En el año 2006 la Ministra consiguió aprobar una batería de medidas que se pueden definir como varias burradas en un solo acto. No entraré en detalles, pero aplicaba una fuerte reducción tanto de precios como de márgenes que incluía dos factores que contenían las mayores burradas. La primera era que la reducción se mantenía a lo largo de los años, asegurando que por largo tiempo los farmacéuticos tendrían que soportar reducciones de precios que todavía se efectúan con regularidad. La segunda fue que para convencer a los principales laboratorios a que aceptasen la brutal reducción de precios tuvo que aceptar como contrapartida el desastroso principio de bioequivalencia (los laboratorios pueden modificar la composición de los fármacos manteniendo la eficacia teórica, que puede suponer una reducción del componente específico de hasta el 36%), una norma menos que tercermundista que es la principal responsable de la reducida eficacia de algunos fármacos. Por decir algo un poco positivo de dicha señora, también puso definitivamente en marcha los genéricos, pero ni esto hizo bien porque en España los genéricos tienen marca, lo que los convierte en una contradicción envasada.

Para acabarlo de arreglar, después de que la Sra. Salgado desapareciese  del Ministerio de Sanidad en el 2007 y pasase algún tiempo como Ministra de Administraciones Públicas sin que afortunadamente las destruyese, como que ZP no había conseguido todavía hundir definitivamente el país la nombró Ministra de Economía y Vicepresidenta para ver si de una vez conseguía su objetivo. Como no podía ser de otra forma la Sra. Salgado volvió a la carga con una reducción adicional de márgenes a todo el sector que por supuesto incluyó a las farmacias. Dándole una vez más la razón a Ernest Lluch, todos estos recortes de precios y márgenes tuvieron un efecto casi inapreciable sobre el gasto farmacéutico, aunque supusieron un duro revés para el sector.

Lo explicado hasta ahora sería un considerable golpe para cualquier sector, pero la historia no acaba aquí, porque resulta que cuando se largaron ZP y Salgado las cosas se empezaron a hacer más o menos bien. Aunque se han cometido errores (se ha de ser positivo y pensar que con el tiempo se irán solucionando), la Administración, tanto central como autonómica empezó a tomar medidas que actuaban sobre los hábitos, entre otras cosas porque después de las burradas Salgado ya no había manera de actuar sobre los precios, ya no se podían bajar más. La utilización de la receta electrónica y la consiguiente informatización de todo el sistema aumentaron el control sobre pacientes y doctores, con la receta electrónica se aseguró la dispensación de los fármacos de más bajo precio, el Euro por receta en Catalunya, y el aumento del copago han finalmente conseguido lo que no lograron las burradas de la Sra. Salgado : reducir sustancialmente el consumo farmacéutico.  

Para las farmacias el resultado ha sido desastroso porque primero padecieron una fuerte reducción de precios y márgenes que en la mayoría de farmacias se podía soportar manteniendo los volúmenes de venta, pero después, cuando se han empezado a hacer las cosas bien, ha llegado el recorte en volumen de ventas que ha puesto en serias  dificultades a muchas farmacias, en especial en el caso, que afortunadamente no es el nuestro, de farmacias con un elevado porcentaje de ventas a través de Seguridad Social.

Si los distintos gobiernos que han actuado sobre el gasto farmacéutico hubiesen hecho algo que en este país parece imposible : actuar con lógica y sentido común, se habrían limitado a actuar sobre los hábitos, actuación que como ha quedado demostrado tiene efectos positivos e inmediatos, y en relación con los precios se podían haber limitado a establecer controles para evitar abusos con métodos parecidos al que utilizan en Alemania donde el nivel de precios y la posibilidad de alterarlos al alza está en función de las inversiones en investigación de cada laboratorio. De esta forma se habría reducido el consumo mucho antes y de manera más eficaz sin destruir un sector, sin crear graves problemas a muchas farmacias y evitando la emigración de muchos cientos, quizás miles, de millones en inversiones y gastos en investigación que se han desviado a otros países donde las ministras de sanidad son capaces de pensar y razonar aunque sea a niveles mínimos.

A pesar de lo que acabo de exponer los colegios de farmacéuticos solo se quejan de que la Administración no les paga, y cuando el desastre Salgado les pegó la estocada a duras penas se les escuchó protestar. La razón de esta inoperancia es simple : los colegios de farmacéuticos están manejados por inútiles.

Si los gestores colegiados no fuesen inútiles, haría décadas que estarían presionando para modificar la característica que en mi opinión es la principal razón de que en España el consumo farmacéutico haya sido, y todavía es, exagerado : En todos los países de Europa cuando un médico de la Seguridad Social entrega una receta a un paciente, este va a la farmacia, retira la medicina, y la paga en su totalidad, y después la Seguridad Social le reembolsa. Este método evita el consumo excesivo porque cuando uno tiene que rascarse el bolsillo, aunque después le reembolsen, no lo hace con alegría y despreocupación, y además es un método que permite un mayor control porque los consumos individuales excesivos son más fáciles de detectar.

Lo que ocurre es que este método, que es el lógico, no se aplica en España por la maldita costumbre gubernamental de traspasar a los administrados parte importante del trabajo y la responsabilidad de la propia administración. Actualmente los farmacéuticos y sus colegios, aparte financiar a la Seguridad Social, hacen el trabajo básico de control de recetas y pagos que correspondería a la Seguridad Social, con el copago hacen estimaciones de impuestos y renta de sus clientes, en Catalunya actúan como recaudadores de tasas, y todo ello añadido a lo que ya están obligados como empresarios : a recaudar y liquidar a la Administración el IRPF y la Seguridad Social de sus empleados. Por todo ello, no solo no cobran un céntimo, sino que si se produce un error, sea del farmacéutico, del médico, o de la Administración, quien paga las consecuencias es el farmacéutico.  Si se lo explico a un norteamericano me da un vale para acudir a la consulta de un psiquiatra.   

Cambiando de tema, esta manía de la Administración española en mi opinión es una de las principales razones de la elevadísima tasa de paro que padecemos. Las empresas e inversores no se retraen solo por las dificultades y el coste a la hora de despedir, creo que sobre todo lo hacen porque los procedimientos son farragosos, complicados, absurdos, complejos y encima la empresa tiene que responsabilizarse de efectuar liquidaciones de impuestos y Seguridad Social por cuenta de sus trabajadores que eventualmente pueden ocasionar considerables sanciones.  Por cierto, y hablando de trabajadores, el lunes 29 Doña Fátima Bañez, Ministra de empleo manifestó sin sonrojarse ni romperse de la risa que la crisis ya se acaba porque hay signos esperanzadores. Esto lo dice 3 días después de anunciar que la tasa de paro ya ha llegado al 25% y que en el tercer trimestre, que incluye período de rebajas, el consumo ha caído un 13%. Curiosamente el mismo día 29 por la noche en una encuesta de los espectadores de Intereconomía un 60% le dieron la razón a la Ministra. A la hora de engañar al personal Dios los cría y ellos se juntan.


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