Las hijas de don Horacio murieron quemadas, en extrañas circunstancias, mientras estaban al cuidado de quien equivocadamente consideraron un amigo de la familia; doña Colomba vive pidiéndole a sus hijos que vivan en paz, pero ellos constantemente se niegan a dejar en el pasado antiguas rencillas, a pesar de la situación tan dura que viven desde que su casa quedó aterrada tras una inundación; por este mismo fenómeno natural, el Sr. Pérez se ve en la penosa situación de salir todos los días con una cubeta a buscar un poco de agua para su subsistencia diaria; al anciano de la vecindad, una persona ecuánime, todos sus vástagos se niegan a aceptar su nuevo enlace matrimonial; algo parecido le sucede a los Parra, una pareja bien guay, que no terminan de convencer a sus familiares sobre volver a cierta ciudad colonial a renovar sus votos de matrimonio; pero todos los vecinos insisten en afirmar que el único en el barrio que tiene problemas en su hogar soy yo.