Al hilo de lo que pasó y está pasando en Túnez y Egipto, y que por el bien de aquellas masacradas gentes, esperamos se siga extendiendo como reguero de pólvora, por toda el África. Esos hechos deberían ayudarnos a recapacitar y al mismo tiempo, servirnos de guía, venir a certificarnos y hacernos comprender que el pueblo unido, tiene mucho más poder de lo que normalmente se supone, o pensamos. Y por supuesto no solo deben caer las criminales dictaduras –que ya iba siendo hora- también las tan cacareadas democracias de más al norte, necesitan ser sacadas de su letargo –y más teniendo en cuenta que la mayoría son: meros rótulos, pura fachada- Cada cierto tiempo deberían recibir un buen revolcón, una descarga de atención y de alto voltaje, esperando que sirva, como toque de clarín, para tratar de comprender y reparar sus numerosas fallas, y si acaso apuntalar sus escasas virtudes, dándoles nuevos impulsos a la igualdad y compromiso con la ciudadanía.
Dejar los caminos despejados para que entre sabia nueva, que regenere las anquilosadas instituciones, y de nueva vida a unos compromisos con el pueblo, ya que este es su fin sagrado y último. Aprovechando para ser expurgados los brotes malignos y malas artes de los poderosos, que medran a nuestro pesar. Hacer caer toda la ley sobre los gobernantes corruptos, demostrarles que el pueblo está vigilante, que no duerme. No dejarnos abatir nunca por el pesimismo y pensar que nada se puede hacer, todo lo contrario, se puede conseguir casi todo, es cuestión de convencimiento y firme determinación, contar con ganas y estar muy unidos, marchar codo con codo, bien juntos. De vez en cuando es muy sano el sacudir el árbol, para que caigan los frutos podridos que se resisten a dejar el cobijo de sus ramas.
Y que decir de esos partidos políticos que se alejan más y más de la gente a la que debieran representar, llenos de soberbia, instalados en la impunidad, viviendo a costa de todos, haciendo y deshaciendo, comportándose la mayoría de las veces, como verdaderos poderes mafiosos, sin atender lo más mínimo al bien común, velando por sus privilegios y los de sus amos; una de dos, o pasan la ITV de la regeneración, o se funden de nuevo, no hay más solución. ¿Quiénes son esos sindicatos que no representan ni al 10% de los trabajadores y se permiten con total cinismo y en su nombre, el concertar el mayor desaguisado contra los pensionistas? ¿Para quién trabajan?
El parlamento Supremo debe ser la calle, la gente en su conjunto, cuenta con mucho mejor juicio que el más reputado jurista. El pueblo debe estar presto a tomar la calle, en cuanto observe desviaciones del rumbo marcado, estar más que convencido, que cuenta con un arma tan poderosa y tan simple como salir a la calle, patearla sin miedo y desde allí exigir que se cumplan plazos y metas. Una vez al mes dejar el cómodo sillón –como si fueses al fútbol- ir a manifestarte a la calle, contra las leyes injustas que otros con mala fe crearon, en nuestro nombre, y convertirlas en papel mojado.
Ya es hora de abandonar el cómodo sillón y dar algo tan simple, como son cuatro pasos al fresco, baratísimo, cercano y directo. Allí cosecharemos nuestra mejor recompensa. Con nuestra actitud indicamos por donde queremos que marche el rumbo, podemos pararle los pies a quienes tienen como meta el oprimirnos, a quienes tratan de aprovechar nuestra debilidad individual. Aunque uno por uno somos insignificantes, por el mero hecho de unirnos, nuestras fuerzas se multiplican, pasamos a ser un poder con que contar, sin necesidad de practicar ninguna violencia.
Llevamos mudos demasiado tiempo, quizá sea una buena señal, el primer paso es indignarse mucho, el siguiente debe ser: pasar a la acción. Este estado bien pudiera ser la calma que anuncia y precede la tormenta. Aparentemente asistimos indiferentes a las barrabasadas cometidas contra nuestros intereses, sin mover un dedo, quizá la procesión la llevamos por dentro, se pudieran estar acumulando demasiada rabia y mala leche, que sin duda han de incrementar la presión interna y tal vez una pequeña chispa pueda hacer explotar y hacer saltar por los aires, todo el tinglado. Pasó el tiempo de templar gaitas, hay que pasar a la lucha, nunca será demasiado tarde.
La opinión del pueblo es un fundamento básico, primordial, se tiene que recuperar el control de la manija; no se puede delegar en quien sabemos de sobra, que socava y va en contra, de nuestros legítimos intereses. El capitalismo está en guerra permanente contra los obreros y expresa esa violencia, por medio de: la explotación laboral, el desempleo, el aumento de la edad de jubilación, la siniestralidad laboral, la pobreza, la exclusión social, las guerras imperialistas, o cuando menos no hace nada, por remediar, todas estas lacras.
Urge poner coto y límites a los poderosos, a la secta, a los milicos, a los políticos corruptos, derrochadores y gastizos –todos ellos- de unos caudales de los que carecemos, y que dilapidan como si fuésemos de casa grande. De vez en cuando el pueblo tiene necesidad de mostrar sus dientes más fieros, aunque por el momento no tengamos intención de hincar el diente, es muy conveniente mostrarnos dispuestos a hacerlo si fuese necesario, y si así nos obligaran, pues: morder con saña, dar dentelladas con rabia, a las injusticias, nos va en ello la vida y la de nuestros hijos. La dignidad del trabajador, del empleado, del profesional, es aplastada sin la más mínima contemplación. Todos los días reciben zurriagados sin cuento, les llueven de todos los lados, alimentando de paso el miedo permanente, que es el mejor amigo de la disciplina, con que nos cuentan mantener quietos.
No nos dejemos engañar por los rótulos, que nos hacen caer en la indolencia, esas presumidas y presumibles democracias, que se visten con vellón de cordero, son en la práctica y en la inmensa mayoría de los casos, meras dictaduras del Capital más mezquino. Con estas cosas hay que tratar de hilar muy fino, abundan con demasiado frecuencia, las trampas y los tramposos, está a la orden del día, el darte gato por liebre. La muestra la tenemos muy cerca, en esta nuestra España de los dolores, desde que el padrecito “patas curtias” entregó su cuerpo a las ortigas, lo único que cambió, fue el dejarte meter el voto en la urna, y para mayor escarnio, ya se encargaron de orientarlo en la dirección correcta, tendente a salvaguardar sus sagrados intereses. Fueron clonados dos partidos –dicen que de: derechas e izquierdas- a imagen y semejanza del partido único de tiempos pasados, procurando darle continuidad a la salva guarda de los intereses de los herederos del fascismo franquista, que son a su vez, los encargados de repartir las prebendas y aventar las migajas al populacho. El “patas curtias” fue reemplazado por el “cogorzas largas” y aunque se presupone que no le queden demasiadas, a poco que nos descuidemos, tratarán de darle continuidad al chiringuito, en la persona de su hijo –siempre y cuando, traguemos y se lo consintamos-
Debemos bogar sin descanso, por dinamitar los paraísos fiscales, hay que proponérselo todos los días, ese debería ser nuestro padre nuestro, el rezo obligado al levantarse y acostarse, quizá así algún día lo logremos. Es cuestión de supervivencia ¡O ellos o nosotros! Mientras existan los paraísos fiscales, será imposible establecer una auténtica justicia fiscal nacional e internacional. En España por ejemplo, tendríamos que obligarnos a limar los flecos pendientes cuanta ya, como son: ese anacronismo monárquico, tirar por la borda de una puta vez, el lastre fascista y franquista, conseguir que de una vez por todas, todos los votos valgan lo mismo. Tenemos demasiadas cuentas pendientes que hay que saldar y cuanto primero nos digamos: ¡manos a la obra! y lo hagamos ¡mucho mejor!
Hay que parar el atraco perfecto, antes de que terminen de desplumarnos del todo. Tenemos que ser capaces de sacudirnos la modorra. Intentar quitar las telarañas que cubren los ojos de quienes todavía en su inconsciencia aplauden a quien se la está metiendo doblada, una y otra vez, y despertar a esa otra gran parte de ilusos, que duermen narcotizados por el dulce sueño de la tele-basura, que nos brindan y regalan como señuelo y coartada, para que no osemos ni desperezarnos.
Las fotos que siguen pertenecen a la Alhambra de Granada