Revista Literatura

El pueblo del Gran Bonete, Bárbara Benitez

Publicado el 07 octubre 2011 por Adriagrelo

Atendí el teléfono.La voz despreocupada del otro lado no anduvo con vueltas.- Será según loplaneado.- ¿Cuándo?- Cuando usted hayarecibido la encomienda. Va a encontrar dos sobres. Uno con cuarenta mil euros yotro con un montón de semillas. Pero tenga cuidado, para tocarlas deberá usaguantes de látex; son muy peligrosas.Nunca antes realicéuna operación de esta extraña manera, pero el pago es bueno y aprender algodistinto me sacaría de lo rutinario. Hace años que lo hago con mucha dedicacióny nada lo tomo como personal; ese enfoque objetivo me hacer ser uno de losmejores. - Trato hecho(contesté deleitado con el desafío).- De cualquiermanera, no viaje hasta tener el envío. Eso le indicará que el momento hallegado.Cortamos. Yo sabíaqué hacer. Sólo era cuestión de esperar. En tanto tendría tiempo para dedicarmea un trabajo solicitado y aún pendiente.Los mesestranscurrieron con rapidez. Aquel día me llamaron del correo para retirar laentrega. Tal cual lo pactado, encontré el sobre del dinero y el de lassemillas.De inmediato saquéboleto a San Juan. El bolso con lo necesario yacía preparado sobre el sofá. Esamisma noche viajaría.Recién llegado a laprovincia adquirí un pasaje a Rodeo, donde me instalé en una posada paradescansar hasta la noche. Antes pasé por una fonda en la que el único tema erala minería a cielo abierto, la contaminación y el diagnóstico para muchaspersonas con males terminales o desconocidos.Ya en la habitacióntomé el sobre de las semillas envueltas en terciopelo rojo, las que no me atrevía tocar y queme causaronestremecimiento; sentimiento desconocido para mí, dado que siempre debomanejarme con mucha frialdad. Recostado pensabaen la tarea concluida, pese a haber calculado mi permanencia  ahí más por más  de dos meses.Me levanté y almirar por la ventana me dije:Es un bello pueblopara vivir. Y morir también.Noté que el relievese parecía más a uno volcánico que a uno montañoso. Los agujeros en él dabanaspecto de cráteres.Qué pena, tantabelleza volando por el aire (lamenté con auténtico desconcierto).Luego me acostétranquilo hasta las veintidós. A esa hora caminaba hacia la dirección dada porla voz, según sus indicaciones. Atravesando latranquera alcancé el pozo de agua; habiéndome colocado primero los guantes, tiréen él una de las semillas. Nadie alrededor. El invierno los tendría a todosfrente a las salamandras.De mañana alguienen un barsucho se acercó:- Disculpe lamolestia, pero no estamos acostumbrados a ver extraños. ¿Es turista?- No. Un escritorbuscando buen sitio para la inspiración (deseé que la mentira fuese verdad).- No creo que sea éste,don. Hay explosiones constantes. Esos bastardos hacen lo que quieren connuestras montañas.- Sobre esoescribo.- Entonces cuente cómoel pueblo muere por el cianuro del agua y la tierra.- ¿Se hanregistrado casos?- De todo tipo. Losque tengamos suerte moriremos enseguida; el resto va a agonizar por años.Como si meimportara, tomé nota de lo escuchado.- Haga saber que éstees el poblado del Gran Bonete. Acá nadie tiene la culpa.Pobre gente; estáncondenados a pena de muerte (reflexioné con algo de tristeza).Aunqueinmediatamente reflexioné que al menos una familia lo estaría.Tras algunassemanas me había ganado saludos cordiales. No pude evitar sentir cierto apego,por más que todas las noches iba a esa estancia para echar en el mismo lugaruna nueva semilla. Por cábala, al amanecer, las contaba y después hacía unarevisión a lo dicho por los lugareños, con fidelidad apuntado y pretendiendoejercer el mentiroso oficio.A los tres meses lanoticia corrió por Rodeo y por los titulares de los diarios de todo el país.Los Anderson, señores del poblado, habían contraído una rara enfermedad.
   IMPORTANTE FAMILIASANJUANINA MUERTA POR CONTAMINACIÓN.   Luegode tres meses de intensa agonía,   Suscuatro miembros fueron muriendo   De auno, junto con gente de su perso-   Naly varios de sus animales. Nadie en    Elpueblo se sorprende.     Lo que no lesdio  vida para gastar las riquezas obtenidas con la destrucción (caviléindignado).La bronca se hizourticaria:Estos mierdas nohacen referencia a la gente simple que lleva en su cuerpo el mismo estigma.Y la rabia cediópaso al sarcasmo:Ahora resulta quesoy un asesino con conciencia. El mundo está de cabeza.Esa misma tarde ladespreocupada voz llamó por teléfono.- Hizo bien losuyo. Le estoy enviando un sobre con un bonus. Lástima los animales y elpersonal doméstico. Pero todavía queda mucho para heredar. Sin más comentariocortó y yo tiré las pocas semillas sobrantes, guardadas hasta confirmar elsuceso (tal vez como fetiches de lo que fue una tarea sorprendente, inclusopara mí).
Un año después ellibro El Gran Bonete tiene muy buena venta. En él expongo la muerte de losAnderson y tantos otros como resultado de las explosiones.Lo cuento todo.Menos lo de las semillas de Curare.

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