Revista Diario

“El puñal supersónico” o la historia de una cita pendiente

Publicado el 25 julio 2011 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Tras su nombre violento e hiriente esconde una historia dulce y tierna de un grupo de adolescentes que hace muchos ańos ya se propusieron volver a reunirse en una fecha que ya caducada, pasó sin pena ni gloria, sin volver a verlos de nuevo juntos celebrando un ańo más la vida.
En Los Cuarteles, a la entrada, estaban las atracciones, ésta en concreto era para nińos pequeńos y girando en ella, entre sus muchos artilugios, uno, “supersónico”, una pequeńa barca que apartada desde su nacimiento del mar había visto como su vida pasaba del mecer de las olas al girar incesante de una atracción de feria.
Nosotras éramos entonces unas adolescentes que en pandilla disfrutábamos de los días de fiesta, y de quienes llegados de otros lugares traían la novedad a nuestro pueblo, así que uno de los que trabajaban en aquel tiovivo era uno de ellos, y evidentemente había llamado nuestra atención.
Aquella tarde en el prau de la piscina comíamos el bollu en el último día de fiesta hasta la celebración del Cotillón, todos juntos, entre risas, intentando acomodarnos a un terreno demasiado empinado para procurarnos una buena merienda, pero disfrutando de un día soleado, festivo y feliz.
Cuando bajábamos tocaba el postre, un helado, y tras dar buena cuenta de él, uno se convirtió en “el puńal supersónico”, recuerdo imborrable de un día de promesas y de una fecha grabada en aquel palo de helado que viajó conmigo en mi cartera durante tantos y tantos ańos.
Sentados en un banco del parque perfilamos su forma, y en una de sus caras escribimos su nombre, “supersónico”, y en la otra la fecha en la que tendría lugar el reencuentro; faltaban muchos ańos para el mismo, así que suponía todo un reto conseguir, fuera cual fuera nuestra vida y discurrieran por donde discurrieran nuestros caminos, volver a encontrarnos, reunirnos de nuevo en aquel banco, el primero, el que estaba al lado del Kiosko de Manolo, uno de tantos que nos había visto crecer.
Guardé y cuidé de aquel palo de helado con todo el mimo que me fue posible, y pasó de una cartera a otra para convertirse siempre en mi fiel compańero de viaje. Un buen día, de repente alguien se acordaba y yo lo sacaba orgullosa para enseńarlo y para recordar cuánto tiempo quedaba para la fecha seńalada.
Un día, no recuerdo cuándo, el puńal supersónico desapareció, y con él se esfumó el sueńo, pero no los recuerdos. El puńal supersónico estoy segura de que formará parte de nuestra vida y de nuestra memoria para siempre, como recuerdo imborrable de la amistad que entonces nos unía y de las ganas de perpetuarla en el tiempo.


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