Cuando discutían (cada vez más a menudo), él solía acabar sus acaloradas intervenciones con un “y punto” que nunca era tal, pues inmediatamente seguía con el tema. Pero aun así, ella le reprochaba que fuese tan drástico, tan terminante. El día que se hartó de dar vueltas y vueltas a lo mismo, sin perder la calma la miró y le dijo:- Mejor lo dejamos y punto y coma.- ¿Cómo y punto y coma? –se sorprendió ella.- Sí, te propongo que quedemos como amigos.
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