No entendía nada, solo escuchaba gritos, Paula y yo, en la habitación con la abuela Lola, no sé qué hacía en casa, no acostumbraba a venir, mi padre y ella siempre se peleaban, mamá en el sofá llorando, con ella una mujer que yo no conocía, no veía muy bien lo que pasaba fuera, papá se marchaba con dos hombres, el abuelo Paco, diciéndole a papá palabras feas, mamá casi sin voz pidiéndole al abuelo que se callará. Paula y yo nos mirábamos, ella era muy pequeña, seguro que no se acuerda de nada, pero para mí este es el primer recuerdo.
Los abuelos nos llevaron a su casa , nos dijeron que mamá estaba enferma, pero no era nada malo, pasó dos semanas en el hospital, nosotros queríamos ir a visitarla, pero el abuelo nos decía que a los niños no los dejaban entrar, la abuela le hacía compañía, pasaba con ella todo el día, como Paula y yo íbamos al colegio, bueno Paula a la guardería, ya estábamos atendidos, el abuelo nos acercaba y después iba a por nosotros, pero añorábamos a mamá y a papá, aunque a veces estaba raro, llegaba tarde a casa, chillándole a mamá, la llamaba por nombres que no eran el suyo, alguno me sonaba feo, pues lo había escuchado en la televisión, en programas que no podían ver los niños, papá los veía por las noches, pero desde mi cuarto se oía todo, la mandaba a su habitación, creo que alguna vez la llegó a empujar y tírarle del pelo, dentro ella gritaba y lloraba, él hacia ruidos extraños, después, mamá, salía sin hacer ruido y se encerraba en el lavabo, papá, decía que eran cosas de mayores, con nosotros también, alguna vez se enfadaba, a mí me buscaba para pegarme, pero mamá siempre se colocaba en medio, le decía que solo era un niño y yo corría a esconderme.
Cuando mamá salió del hospital, no regresamos a casa, nos dijo que ahora viviríamos los tres con los abuelos, yo pregunté por papá, ella calló, me abrazó fuerte, papá no volvería con nosotros, le había hecho daño a mamá y lo habían castigado, la miré esperando una respuesta, en aquel momento no dijo nada, para mí era todo confuso. Nuestra vida cambió en unos meses, mamá se veía triste, pero más guapa que antes, con los abuelos se estaba muy bien, no se escuchan gritos, mamá no lloraba, trabajaba otra vez, tenia amigas, Paula y yo éramos felices, pero faltaba papá, aunque sin él todo era tranquilo.
A los dos años, cuando yo tenía diez y Paula cuatro, una tarde veníamos con mamá del colegio, escuchamos la voz de un hombre que llamaba a mamá, era papá, discutieron como antes, comenzó a decirle cosas feas, yo fui hacia él, para defender a mamá, él me miró, me dijo que era papá, yo le respondí que era un hombre malo, intentó pegarme como cuando vivía con nosotros, pero mamá lo apartó de mí, ella gritaba, pedía socorro, un señor vino a ayudarla, mientras otro llamaba a la policía, que llegó en un momento, otra vez se llevaron a papá. Esta fue la última vez que lo vimos, unos días después mamá y los abuelos hablaban de juicios, de órdenes de alejamiento, yo no sabía que era eso, el abuelo le decía a mamá que ahora sí que podría comenzar a vivir en paz, que ese loco nunca más se acercaría a ella, maldita la hora en que se encaprichó de él, su amor por ese energúmeno casi la mata, mamá lloraba cogiéndole las manos al abuelo, le pedía perdón, el abuelo la abrazaba muy fuerte, le decía ya pasó hija mía.
Mi madre nos educó a Paula y a mí, enseñándonos el valor del respeto, que un hombre no es superior a una mujer, ninguna persona sea hombre o mujer es propiedad, ni un juguete de otro, siempre recordaré sus palabras, el que ama no maltrata, las diferencias se aclaran y si algo no va bien antes de llegar a dañar del modo que sea, es mejor decir adiós.
Magda Jardí
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