He colocado la jaula junto a la puerta. Llevo en las manos una ilustración de David, “La muerte de Sócrates”. Hace años los jóvenes poetas acudíamos a las glorias más por voluntad que por persuasión, ahora se actúa con premeditación y alevosía. El interés protagoniza el reconocimiento.
La naturaleza es afirmación y separación, caos y orden. Lo natural es justo y es legal, nunca podrá eliminarse por completo, aunque se degrade.
Durante el almuerzo intercambio experiencias con un extraño interlocutor. Habla al principio y guarda silencios de aprendizaje. El tema de la conversación no es otro que los diferentes estados del ser humano, su presencia en estratos o alturas completamente asumibles. Desde los años ochenta he intentado, como Menón, desmovilizar esa investigación. Los niveles existen, como el confuso laberinto. Sócrates murió asesinado.