Oscar Nina y René Sanabria, generales que se pasaron a las filas del Narco.
A semanas de haber destapado la olla de millonaria corrupción en el Fondo Indígena, siguen goteando las denuncias y conociéndose más detalles. Resulta que demasiados le metían mano a la hucha para financiar sus gastos (extraño, como para encerrar solo a dos directores ejecutivos). Los dineros habían sido invertidos en centenares de ‘proyectos productivos’, se dice, como el costear viajes de escuadras aguerridas de Ponchos Rojos y fieras Bartolinas de mantas azules a cuanto desfile patriótico convocara el gobierno, incluyendo marchas de apoyo cuando hacía falta recordar la inmensa popularidad de Su Excelencia. Los dirigentes deslindan responsabilidades: “la comunidad pagaba nuestros pasajes, nosotros solo poníamos nuestro tiempo”, se justificó uno de ellos. El tiempo había valido más que el oro.
Detalles escabrosos y a la vez pintorescos, reflejan la tremenda joda que hicieron del citado organismo, como riéndose en las necesidades apremiantes de los “hermanos” del campo y otros sitios alejados. A unos los engatusaron con una libra de ajo a modo de señuelo. A otros les construyeron corrales para chanchos con techitos pero haciendo figurar hasta cuatro veces más de su costo real. A algunos les arrancaron firmas en fiestas patronales y otros agasajos. A algunos les dejaron con obras a medias, sin saberse para qué cometidos eran. A otros ni eso: proyectos finalizados en puro papel, por demasiados lugares pululan las obras fantasmas. Otro detalle nuevo de paquete fue saber que, doña Felipa Huanca, la astuta candidata de origen aymara a la Gobernación de La Paz aparece implicada en la importación de ovejas cara negra ‘truchas’ para supuesto mejoramiento del hato ganadero, pero sin pasar por aduana, como hace cualquier contrabandista emprendedor. Parece que fue por lana y se trasquiló más que eso. Nadie paga los platos rotos de la inmensa fuga de capitales hacia bolsillos de caciques y cacicas.
Justo estos días, ante denuncias de la cadena Univisión de que policías de alto rango tenían nexos con carteles mexicanos, al gobierno se le ocurrió destapar otro caso de corrupción, luego de “cuatro años de rigurosa investigación”, aseguró el flamante ministro de Gobierno. Al parecer, las señales de conducta irregular de algunos capos de la policía nacional no eran lo suficiente claras para el gobierno, como no lo fue en el anterior caso del general Sanabria, condenado actualmente a varios años de prisión en EEUU por ser el jefe de una mafia que llevaba cocaína a Miami. Cómo son las cosas, que otro exdirector de la lucha contra el narcotráfico, y reconocido en su momento por el mismo Morales por excelentes servicios, que le catapultaron hasta alcanzar la comandancia general de la Policía en 2010 (nombramiento efectuado por Evo), recién hoy se le descubra que se había forrado hasta el copete en tan pocos años. Vamos, que el hombre ni siquiera disimulaba su cuantiosa fortuna.
Memos de felicitación por su "lucha contra el narcotráfico"
Dicen algunos camaradas que el exgeneral Oscar Nina, organizaba fiestas y otros costosos banquetes con la finalidad de ganarse la simpatía de superiores en la procura de ascensos. “A mi general le encantaba la cerveza, las parrilladas eran comunes, porque se festejaban logros en el trabajo. Además, sé que en sus fiestas había grupos (de música) y puro whisky, incluso etiqueta azul”, según una fuente policial. Casas y departamentos en barrios residenciales de La Paz y Santa Cruz, amén de vehículos nuevos que regalaba a sus hijos, más los sonados festejos a todo trapo no eran ciertamente producto de un limitado sueldo de oficial. Y sin embargo, durante años el gobierno no se había enterado de nada. Hasta que llegaron las denuncias internacionales de sus posibles nexos con el cartel de Sinaloa, que hace tiempo opera en Santa Cruz. Que si no la chela y francachela seguirían reinando en alguna mansión de este gustoso general.Hace algún tiempo, Su Excelencia reveló que descubrió a Juanito Caminante con uniforme azul, en una fiesta de las Fuerzas Armadas a la que él fue invitado. Lo había probado y comprobó al día siguiente que no le dolía la cabeza como le ocurría con otros brebajes. Él no conoce de marcas, confesó, que allá en su despensa de palacio de gobierno, tiene un lote de finos licores, que personas generosas le dan como obsequio. ¿Será acaso la fama que uno acarrea? A mí, desde siempre, me precede mi fama de lectorcito, y ciertamente no faltaban amigos que me regalaban librillos, aunque sean pirateados.