Milisegundos,milisegundos, milisegundos… Envuelve con un pañito el dispositivo que estáceñido a su delicada muñeca. Por nada afloja el control para superar la tendenciaa querer gobernar casi todo; no admite que las cosas no son como espera que sean,definitivamente no acepta la situación. Lamentablemente, con esa actitud, serevuelve en una especie de círculo vicioso casi improbable de romper y se dejaarrastrar por los hábitos… Terminantemente no desea cambiar el discurso de suvida. Segundos, segundos,segundos… Los pliegues de su holgada bata tiemblan debido a la brisa nocturnaque entra por las rendijas de la ventana y sus desnudos pies padecen el fríotrasnochador. Seda sus tímpanos al escuchar la música de moda, imagina girar eldial de un lado a otro y no puede negar la alta fidelidad que repercute en laseñal de audio transmitida por las emisoras FM. ¡Sí!, es la potencia del ¡bum-pum-bum-pum…! del momento, al quesus molestos sentidos no digieren. Se levanta del tapizado mueble asediada porlo que nunca comparece y, atropellada por la conjunción de las horas, menea consutileza la cabeza no por las composiciones que emite el trepidante aparato,sino intenta inútilmente anestesiar su vuelo por encima del rutinariopantano... Se dirige al equipo de sonido y lo apaga, y queda todo bañado conlos grillos de la noche. Observa encima de una mesita una revista de Feng shui que leía temprano y fija suvisual en la portada a la cual le hace un gesto de no-importancia paracontinuar su transitar rumbo a la cocina; se detiene en el umbral de la entraday respira hondo para terminar de acceder en ella. Toma una pulida olla, lacolma de H2O, la monta en la cocina y la somete al dinamismo del fuego. Minutos, minutos, minutos… Recoge denuevo un suspiro, pero esta vez es más intenso y prolongado que el que dio unosminutos atrás; presagia que va a ser atacada por nubarrones de ansiedad yensaya guerrear con frases afirmativas en lo más íntimo de su juicio. Sus curvadasuñas le rascan el cuello y el tabique nasal sopla aire húmedo entre sus dosmanos… Hala una silla del pantry y se sienta para aplacar laincertidumbre. En una silente tregua, aguarda frente a la hornilla que lasburbujas le indiquen que el agua ha hervido. Se levanta de la silla y va hastala nevera, la abre, sirve en un vaso agua bien fría, y retrocede al sitio dedonde se había parado y adopta posición para beberse el insípido líquido, peropor un sin razón, lo deja soñando en la mesa. Su rostro está ajado por los añosdonde las fracciones de espera se han arremolinado en los surcos de su piel sinque la ínfima esperanza merme su voluntad de espíritu, pues siempre tendrá queesperar hasta el final de la noche o de la mañana, si fuese necesario. Depronto, nota como el H2O bulle como un niño desordenado; entonces, se encumbra denuevo, abre una gaveta de la despensa y saca una cajita que contiene variasbolsitas de manzanilla: agarra una, como que se arrepiente y toma otra y lasdeposita en ese líquido inodoro.Horas, horas, horas… Decide ir a lasala a buscar una revista para ahuyentar la angustia que ya está como unindolente cuervo sobre ella. Asió la publicación que ojeaba temprano y vuelve ala cocina. Se apoltrona en la silla para levantarse segundos después; se sirveuna taza de manzanilla y la coloca en la mesa a que se entibie un poco. Sentadade nuevo divisa el vaso intacto con agua..., y se recrea al ingerir ladesaborida e incolora sustancia. Con la incipiente luz del amanecer, sorbe elúltimo trago de la odorífera infusión, oye el sigiloso ruido de la puerta de lasala, y sus venas y arterías se aceleran: llegó el provocador huésped de suvigilia, ¡siente que dividieron la puerta!, ingresaron y la cerraron nuevamente.Pasa rauda una larga sombra como un fantasma frente a la abertura de la cocinay a ella se le eriza la carne…, ¡pero de la emoción! En esa distensión delambiente la oscura sombra se devuelve para lubricarle la retina; es un juvenildelgado y alto, llega hasta la entrada de la cocina cargando un morral negro alcostado repleto de lampiños secretos, invoca la formal bendición divina, y legratifica extraviado en el tiempo y el espacio con las sonoras: “Buenasnoches”. Ella, con su corazón afectuoso y solidario, lo absuelve de cualquierreproche para resultar de nuevo a solas.Desenrolla el pañito desu muñeca dejando a la intemperie su reloj. Comienza a percibir el panorama conun rostro más amable, se palpa las facciones y, en lo burlesco, se percata quenecesita un corrector de ojeras. Se arrima hasta la persiana de la cocina y,entre sus rendijas, se embriaga con las primitivas luces del alba siendotestigo de las venturas y desventuras de una engañosa ciudad calmosa. La odiosaencargada de la angustia, “¡la espera!”, ha sido eterna como siempre y no setermina de acostumbrar a ella, pero ya está más serena; brinda un último suspiroa la durmiente madrugada que ya ha triunfado de nuevo sobre la noche y pasa lapágina…, ¡por ahora!
Selección de cuentos: "Paredes Contiguas".Publicado en Creahistorias.comAquí puede escuchar el trailer sonoro.