Evo y Correa en Ivirgarzama (Foto: Los Tiempos)
Chávez fue un raro patriota. Tanto quería a su amada Venezuela que nombró a un pájaro bobo como delfín político. ¿En qué cabeza puede caber una decisión de esas?... de dejar la conducción de una nación semidestruída en manos de un inepto: en una mente aquejada de enfermedad o en una mente diabólicamente retorcida. He ahí la cuestión. Acaso el comandante supremo quería pasar a la historia él solo, sin que nadie le hiciese sombra. No fue capaz o no quiso enderezar el rumbo de la nave, encargándola a alguien medianamente competente. Su revolución moriría con él, porque le daba la gana, por puro capricho personal. Aunque todo el país se fuera a la mierda.
La descomposición sigue, intratable, irrefrenable como una lenta agonía. Quince años de podredumbre paulatina. Son demasiados sueños y demasiadas esperanzas que se fueron al garete. Venezuela ha perdido el alma, restos de civilidad y todo intento de convivencia pacífica. Las calles hierven de asaltantes y muchos de sus habitantes han perdido toda urbanidad: macabro espectáculo ese de transeúntes que se disputaban, como hienas, las cajas de carne de un camión accidentado mientras el chofer se moría asfixiado. O el país se muere o se está africanizando, sin mediar guerra o catástrofe natural alguna. ¿Tanta es la desesperación, el hambre, la escasez, la deshumanización, que incitan a actuar de esa manera?
Paradójicamente, las crónicas relatan que los buques con alimentos se atascan en los puertos por la ineficiente y pesada burocracia aduanera. Para cuando llegan a los mercados algunos ya están inservibles. Calor, vapores de asfalto y colas interminables son escenas cotidianas: la vida es como un espejismo. Las moscas zumban molestas alrededor de los estantes vacíos. Falta todo, desde productos de limpieza hasta el combustible para poner la maquinaria en marcha. El país más petrolero del continente compra gasolina de sus vecinos. El país de los verdes llanos sin suficientes vacas. Ni café, ni azúcar en este gran país tropical. A este paso se va a tener que importar hasta el aire. Pobre país rico.
Entretanto las leyes de la selva y el hampa hacen de las suyas en tierra, Maduro vive en las nubes, literalmente, de viaje en viaje, como queriendo escaparle a la realidad. Vino a Bolivia con una decena de ministros para cobrar los intereses de los préstamos que Chávez hizo a Evo. El pobre hombre necesita dinero fresco para sufragar su costoso tren de vida y el de su corte de parásitos. No se llevó nada, salvo un cargamento de papel sanitario a modo de pago. Vuela por todo el vecindario de la Unasur para lloriquear ante sus amigos. Hasta el Papa lo recibió con cierto aire de conmiseración en Roma. Desesperado fue a pedir rescate a China porque la caja se le iba quedando vacía. Sabe dios en qué condiciones habrá hipotecado el futuro de sus compatriotas en manos de los ávidos asiáticos. “Conseguimos 5.000 millones” afirmó con el orgullo de quien ha logrado una proeza. Retrato de pura ingenuidad. Este niño gigante en condiciones normales sería hasta un personaje simpático y entrañable. Pero no, juguetea con su país como si fuera una papa caliente. Terrible, terrible.
Hay quien dice que el presidente sufre de delirio de persecución. Incapaz de hilvanar ningún pensamiento ordenado intuye conspiración en todas partes. Aventura que en Nueva York quieren matarlo y no asiste a la reunión de la ONU. Sin embargo, su numerosísima avanzada diplomática dilapida más de 800 mil dólares en alquilar las habitaciones de un lujoso hotel. Cómo sangran al agotado erario público. La crisis se esta cargando al país, pero los funcionarios viajan por centenas, frotándose las manos para hacer shopping en cada país que visitan. El moderno Airbus de Chávez ya no sirve y tienen que pagar doscientos cincuenta mil diarios por un vetusto avión cubano. Fidel será solidario pero no se olvida de cobrar en dólares.
Esperábamos a Maduro. Anunciaron con toda pompa que su pesada humanidad nos caería por tercera vez en Cochabamba. Por primera vez en Bolivia se presentaría el nuevo trío de Los Panchos, aunque estos chillan más bien sobre el escenario, empezando por el falsete del divo Correa. Todas sus canciones van dedicadas contra el capitalismo, mientras se hacen dar tratamiento de estrellas de rock. Tan panchos y tan acostumbrados a los divanes y jardines del mismo hotel cochabambino. Evo no podía faltar a su fama de buen anfitrión, encargando, como siempre, un menú exótico con decorados de plantitas a modo de fractales. Al almuerzo espectacular llegaron infaltablemente los burócratas locales, las cabezas de los movimientos sociales y demás zánganos de manual, pero no llegó Maduro. El inmenso vacío que dejó en el comedor fue el postre.
Ello, no obstante, no fue impedimento para que su delegación de cien personas disfrutara de lo lindo de los acogedores paisajes vallunos y de su opípara gastronomía, a pesar del susto mañanero que se llevaron por el aterrizaje tortuoso del avión militar de transporte que reventó varias de sus llantas, atascándose en mitad de la pista. Inexplicablemente, demoraron los vuelos locales por más de ocho horas por culpa de este incidente. Como si fuera tarea de titanes no pudieron remolcar el aparato en tantas horas. Hay quien dice que el avión estaba sobrecargado, el hermetismo con se manejó el asunto dio lugar a muchas conjeturas. Eso sí, los centenares de viajeros fueron azotados inmisericordemente con informaciones imprecisas que los obligaron a permanecer varados hasta bien entrada la tarde. Absurdo en un aeropuerto pequeño que opera con tres frecuencias diarias de vuelos como promedio.
Así pues, Morales y Correa cantaron forzosamente a dúo. Terminada la comilona fueron llevados en helicóptero hasta el trópico del Chapare donde una multitud convenientemente entrenada con mosaicos en las tribunas de un estadio los aguardaba horas antes. Se despacharon sendos recitales ideológicos, despotricando contra los ecologistas e indígenas que se oponían a sus planes de desarrollo: petróleo en la amazonia ecuatoriana y carretera en la selva boliviana. Proyectos de sano extractivismo como han bautizado a la nueva depredación de la naturaleza, mientras van soltando a continuación el rollo del buen vivir, la buena vida y la armoniosa relación con la Pachamama. Quien los oye, quien los aplaude ha de estar dopado o descerebrado.
Una tarde fresca de primavera fue el acontecimiento, unas ganas de lucir camisas ligeras y unas reuniones inútiles de autocomplacencia que seguramente firmaron como “acuerdos de cooperación estratégica”. Cualquiera se pregunta, qué puede ofrecer Bolivia a Ecuador y viceversa. Ah, ya, un espaldarazo mutuo de dos caciques con idénticos planes. Quién sabe, a algún historiador se le ocurra escribir sobre el “Abrazo de Ivirgarzama” para perpetuar este momento tan histórico como aquel conocido como el “Abrazo de Charaña” que Banzer y Pinochet efectuaron en los años setenta. Qué curioso, Correa hasta se dignó hablar poéticamente sobre el asunto marítimo, como Chávez habló de su sueño de bañarse en una playa boliviana. Oleadas de aplausos retumbaron por todo el estadio.
Felizmente, el circo itinerante duró como el canto de un gallo, que ya ni me acuerdo que fue hace dos días. A guardar los disfraces para la próxima cita en Argentina. El gigante de Venezuela no llegó porque un resfriado lo tumbó, dijeron sus compadres mientras hacían votos por su recuperación. Con toda la patria enferma… difícil, difícil.