Permanecieron de las llamas de aquella hoguera de San Juan que, como todos los , flameaba testigo mudo de esa noche mágica. Él decía que contemplarla en la distancia calentaba más que permanecer pegados a ella pues calentaba el corazón y no el cuerpo. Pasearon cogidos de la mano por la playa, sonrieron, contemplaron las estrellas y él jugó con su pelo haciendo caracoles con sus rizos. Y entonces la besó. Por primera vez. Sonaban cantos, la hoguera brillaba a lo lejos, la gente reía y ellos, también por primera vez, se amaron.
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