Magazine
Uno de agosto de 1805 "Aquel que ante la primera dificultad, sin intentarlo otra vez, pierde la esperanza de triunfar, no ha sido, no es y nunca será un héroe en la guerra, el amor o los negocios".
Así empezaba el diario que Frederic Tudor comenzó a escribir el día que se lanzó a la gran aventura de su vida. Una aventura que se inicia en los helados lagos de Nueva Inglaterra y que finaliza cada vez que pedimos unos cubitos de hielo para nuestras bebidas refrescantes. Nacido de una adinerada familia de Boston renunció a estudiar (su hermano si lo hizo y llegó a ser uno de los literatos más importantes de Massachusetts) para dedicarse al mundo de la empresa cuando sólo tenia trece años. Tras un viaje por el Caribe empezó a darle vueltas a la idea de transportar hielo de su fría comarca natal hacia esas calurosas tierras, donde los adinerados terratenientes pagarían gustosos por poder enfriar sus bebidas. Pero, como le pasa a todos los pioneros, no encontró a ningún armador dispuesto a llenar su barco con tan absurda carga y lo único que consiguió fueron burlas de sus contemporáneos. Por fin en 1806 pudo comprar un bergantin llamado "Favorite" y con una carga de 200 toneladas de hielo, salió rumbo a Martinica, donde llegó tres semanas después con unas 80 toneladas de hielo. Pero el viaje acabó en desastre. Los lugareños no estaban muy convencidos con la idea de aguar sus bebidas con el hielo y el cargamento se fundió en el barco sin apenas haber podido vender una mínima parte. Pero Frederic no se rindió, siguió mandando cargamentos a Cuba llegando a tener pequeños beneficios, pero una mala jugada de su agente lo dejó en la ruina, llegando a pasar temporadas en la cárcel debido a sus abultadas deudas. Y una vez mas nuestro héroe se volvió a levantar, consiguió un préstamo para comprar otro barco y un almacén en la Habana y siguió con sus helados viajes. Ahora se apoyó en una campaña de marketing en la que daba muestras gratis de sus cubitos de hielo a los ricos de La Habana. Además, contacto con médicos a los que convenció de las bondades del hielo para combatir la fiebre y la influence (la gripe). Esta vez el éxito le acompañó y el negocio empezó a crecer. En 1815, ya teniendo pingües beneficios, decidió dar un paso mas y aprovechar el viaje de vuelta. Así que consiguió otro préstamo y cargó su barco con todo tipo de fruta caribeña protegiéndola con quince toneladas de hielo y tres de heno. Y otra vez el desastre, la fruta llegó completamente podrida a puerto y las deudas atenazaban nuevamente a Tudor. Y otra vez se levantó y siguió peleando, trabajó también el mercado local buscando ciudades calurosas de los Estados Unidos donde desarrollo rutas por carretera y por tren. Innovó en el aislamiento de sus barcos usando, paja , heno y otros elementos. En cuanto a la "recogida de la cosecha" de hielo, un colaborador llamado Nathaniel Wyeth (que luego seria un reconocido inventor) le diseñó un arado para hielo que podía cortar los bloques con la ayuda de caballos. Y ahora si que nada se le pudo resistir. Se atrevió a cruzar el Pacifico y sus bloques de hielo inundaron la India e hicieron furor entre los adinerados de Calcuta. También cruzó el Atlántico estableciendo interesantes rutas hasta que el hielo nórdico le hizo la competencia. Ya era sin duda alguna "El Rey del Hielo" Y así, tras conseguir el éxito, nuestro héroe pudo vivir una vida acomodada hasta el fin de sus días que le llegó en su lujosa mansión de Boston en 1864. Sin duda la frase con la que empezó su diario allá por 1805 marcó lo que sería toda su vida. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo por mi parte me acordaré de Frederic Tudor cada vez que tenga la tentación de rendirme en algún cometido. ">
También podría interesarte :