Éstas preguntas y su respuesta (abiertas a todo tipo de interpretaciones y opiniones siempre) te darán una idea de lo que podrás leer en ésta columna.
Una columna que representa el rincón siempre presente que existe en la cabeza de todos y cada uno de nosotros (seamos trabajadores o empresarios) cuando pensamos en el trabajo y que a veces no nos deja tiempo ni fuerzas para pensar en otras cosas.
El rincón que está dedicado a ese ámbito de la vida tan necesario, tan cercano pero a la vez tan extraño por la situación en la que nos ha tocado vivir en éstos momentos, el temido para la mayoría de nosotros “Mercado Laboral” en el que existe tanta confusión y al que yo “cariñosamente” llamo “El Mercado de la Incertidumbre”, como a mi blog, al que te invito desde aquí a visitar y participar cuando te apetezca, porque pienso que toda la vida laboral es una incertidumbre, tanto la búsqueda, el desarrollo como abandono de la misma.
Temido por muchos pero una aventura para otros, que lo consideran un reto y luchan día a día por hacerse un hueco en él, al igual que tú, que tienes como objetivo satisfacer no sólo necesidades propias de las que también hablaremos en éste rincón, sino el descubrimiento de una capacidad relacionada con el trabajo que no estamos acostumbrados a ver ni a leer, y menos en éstos tiempos de crisis: La capacidad de ser felices en el trabajo.
Esa inquietud es la que intentaremos trasladar aquí, va a ser duro, pero si todos ponemos de nuestra parte estoy seguro que vamos a verle el lado más positivo a ese mundo tan confuso y lleno de incertidumbre como es el trabajo.
Veo necesario terminar ésta primera columna recordando a todos una frase típica, cliché o como queramos llamarlo pero que tenemos considerar por nuestro bien:
“Debemos trabajar para vivir, y no vivir para trabajar”