Como el más claro espejo, la naturaleza te muestra, tal cual. Sin distracciones, ruido, nada, no te queda otra que verte plenamente, sentirte, estar en toda tu presencia contigo misma.
Te muestra de repente, pero suave, nunca es un golpe duro, con ella.
Te escuchas de repente, sí, te ves, pero sin juicio, sin resistencia. Sin límites, porque tienes todo el espacio que necesites, es tu lugar, no hay conflicto posible, en armonía con todo lo demás.
El espejo te muestra ante ti y no te asustas. No porque esté distorsionado, si no porque este es el auténtico, sin interferencias, real, y solo hay belleza en ti.
Cuando, más que mi mente, mi cuerpo comprende que respirar es suficiente.
No te hacen falta más libros que te lo recuerden una y otra vez, solo sal, ven aquí, tienes siempre tu lugar. Sin esfuerzo, las pulsaciones bajan, la respiración no puede más que ir en sintonía con su alrededor, con la calma que te envuelve, con la vida en armonía, que simplemente es. La mente se ralentiza, porque aparece absurda siguiendo la marcha de la ciudad y la prisa, en ese lugar.
No importa el ritmo que lleves cuando llegas. El ritmo lento y fluido, la quietud se imponen y no te queda otra que seguir, como parte de ese todo. El sonido del agua corriendo se impone ante todo lo que traigas. Se imponen las raíces, y los años marcados en sus troncos. Se impone la suave pero inevitable caída se sus hojas, y el firme suelo que encuentran. Se imponen los límites que nos acogen, y la infinitud expansiva a la vez.
Se impone la perfecta simetría, el aparente caos, que es en realidad exactamente lo que tiene que ser. El perfecto caos del que formas parte, el perfecto caos que eres. Simétrico en tu plenitud. Por eso se repite una y otra vez que esto es medicina, tu corazón se sincroniza con el ritmo natural. Porque actúa directo en el alma, cuando entiendes que no hay nada malo en ti, aquí
No tienes nada que imitar, nada que aparentar, eres ya el entorno mismo y ocupas el espacio que debes ocupar.