El robo de bicicletas preocupa en Vitoria

Publicado el 05 septiembre 2012 por María Pilar @pilarmore

Era un día como otro cualquiera de aquellas felices vacaciones cuando entró en casa. No se acercó a darme un beso, no me susurró “me enamoras cada día más”, no vi en su mirada un atisbo de deseo ni escuché su corazón desbocado. Su cara estaba descompuesta, miraba como ido, algo muy grave le había pasado para presentarse así. Apesadumbrado cayó derrotado en un sillón y se cubrió la cara con las manos.
  • No me lo puedo creer, me la han robado. Un minuto, solo un minuto y me la han levantado.
Fuimos a poner la denuncia correspondiente, el policía le dijo que pintaba mal, que en la ciudad se denuncian cuatro robos de bicis diarios y casi ninguno se llega a resolver. Creí que esto no le ayudaría en absoluto y para consolarlo le prometí una bici nueva para su próximo cumpleaños.
  • No, no y no. Ninguna otra podrá sustituir a la mía.
Que el ciclismo le gustaba no era ninguna novedad, la novedad era descubrir que lo que de verdad le quitaba el sueño era el robo de su bici y esto, a una persona como  él tan ecuánime y equilibrado. Cierro los ojos y lo veo limpiándola cuidadosamente para que brillara como el primer día, cabalgarla diariamente cortando el viento con una expresión de satisfacción infinita, contarme con una sonrisa el recorrido del día y lo bien que le respondía.
Preguntamos a conocidos y ajenos, nuestras rutas ya no eran las habituales, ahora nos movíamos por sitios donde había bicis. Las observaba bien y me decía: yo la conozco, la conozco perfectamente y verás como un día agarre al ladrón. Así la bici empezó a formar parte de nuestra relación y se convirtió en la amante ausente. Éramos un trío y los tríos a la larga nunca acaban bien. Su obsesión fue en aumento a medida que mi paciencia se iba agotando. Hice un esfuerzo por desbaratar esa idea que lo corroía, pero fue una batalla perdida. La sombra de una bici se ha convertido en la gran usurpadorade nuestro tiempo, nuestro espacio y nuestra relación. La vida nos ha ido cambiando  y la relación se ha ido distanciando hasta el punto de no ser capaces de superar el embrollo en el que estamos metidos por una maldita bicicleta.