Revista Talentos

El satélite Transformer y otros cuentos chinos

Publicado el 21 diciembre 2013 por Perropuka

El satélite Transformer y otros cuentos chinos
A escasos minutos de una de la tarde del viernes 20 de diciembre de 2013, las manecillas del reloj de la plaza Murillo se detuvieron por un instante. Las palomas socialistas –las únicas que tienen libre acceso al centro político del país- cesaron de picotear el maicillo que algún transeúnte les deja diariamente. Las dos banderas, la tricolor y la wiphala arcoíris dejaron de flamear súbitamente en los balcones de Palacio Quemado. Los músicos guardaron el bombo y las zampoñas y se quedaron muy quietos sobre la tarima. Los guardias pretorianos que también son colorados permanecieron como estatuas de sal superando a sus colegas de Buckingham. La muchedumbre convocada contenía el aliento con la mirada clavada en las pantallas gigantes. El viento contrarrevolucionario dejó de azotar el flequillo gris platino del señorito vicepresidente. Una lágrima rodaba por sus mejillas -que diría el poetilla Arjona- de las presidentas del Senado y de Diputados que flanqueaban al vice como dos reinas de belleza recién coronadas. Las gotas de lluvia que avecinaban tormenta dejaron de caer, declarándose solidariamente socialistas. Todo, absolutamente todo, se paralizó con ese momento histórico que otra vez el país vivía. 

El satélite Transformer y otros cuentos chinos

Las dos presidentas emocionadas (Página Siete)

No, no estábamos viviendo la final adelantada del mundial de fútbol, ni nuestra invencible Selección estaba en cancha como los preparativos así parecían indicar. Ni con los acordes del Viva mi patria Bolivia (canción de cuna para motivar a la Verde) que se amplificaban en las cuatro esquinas de la plaza para azuzar el corazón de puro orgullo. No, no señores, tanta parafernalia no era ni para iniciar los carnavales ni para celebrar un nuevo mandato de Su Excelencia, que estaba bien lejos en otra sacrificada misión. Ni los soviéticos en 1957 lloraron a moco tendido con el Sputnik 1, ni los yanquis soltaron tantos fuegos artificiales por haber puesto el primer hombre en la luna. Unos y otros pueden morirse de envidia que nosotros sí que sabemos armar farándula patriótica para admiración del mundo entero.  El conteo final de los diez segundos duró una eternidad y nos supo a gloria desbordante. Nadie nos quitará lo bailado,  lo cantado, lo lagrimeado, lo proclamado y lo patrióticamente celebrado en todas las plazas principales de las ciudades más grandes del país.  Por fin lanzamos el Túpac Katari, el más revolucionario de los satélites habidos y por haber, qué duda cabe, en honor al que dijo “volveré y seré millones” antes de ser ejecutado por los españoles. Y ciertamente que volvió en forma de hojalata cósmica, siendo trescientos millones lo que costó.
Por un momento el vice se quedó prendado de la pantalla cuando divisó a su amado socio y compañero de lucha asistiendo en primera fila al lanzamiento desde Cabo Bambú, un sitio remoto de la China milenaria y de nombre impronunciable, por lo que a todas luces está en chino para cualquiera. Visiblemente emocionado ante las cámaras soltó la telenovelesca confesión: “ver el cohete, al presidente y nuestra tricolor allí, nuestra wiphala…me parte el corazón”, y sólo faltó la cortina de audio con efecto dramático.  Que no todos los días vivimos epopeyas como ésta, sonoramente matizada por algunos medios televisivos con la archiconocida banda sonora de Odisea 2001. Con la incesante competencia de los regímenes socialistas de todo el planeta por poner en órbita cada uno su juguete tecnológico, la agencia espacial china no da abasto, por lo que se especula que los envidiosos colegas norteamericanos están pensando en promocionar su lanzadera obsoleta de Cabo Cañaveral en un combo con entradas gratis al parque Disney de Orlando o un tour guiado por los estudios Universal. Que todo parezca de película, ¿bueno? 
Por alguna mágica razón, este día no llovió mucho considerando que toda la semana los aguaceros nos azotaron inmisericordemente con inundaciones incluidas. En China, sitio del lanzamiento nevaba como en un cuento de navidad. Su Excelencia parecía disfrutar de la experiencia cobijado bajo un paraguas y enfundado en un abrigo de pluma de ganso o de grulla, no estamos seguros. Allí todo era noche, ambiente frio, serio, profesionalmente aséptico, regularmente monótono como los ojos chinos. Aquí todo era día, fiesta colorida, cohetes de calle, cohetillos de carnaval, sahumerios  y fumadas poderosas de los chamanes y vivas a la Pachamama. Y de fondo, los grupos folk que hacían turnos para batirse en el escenario hasta romper cuerdas o quebrar voces. Que el inicio de una nueva Era cómicaCósmica, lo merecía. Y así uno a uno, las distintas autoridades y dirigentes se desgañitaron en elogios hacia S. E. Uno de los más notables, el folclórico alcalde cochabambino (por ser cantor de música local, no sea mal pensado, estimado lector) por fin le hizo justicia a su infatigable e incomprendida labor de llevarnos a las estrellas: “tenemos un presidente muy de avanzada, se podría decir…es un visionario, con muchos sueños”. Por mis taponados oídos juro que fui testigo privilegiado de estas sabias y justas palabras. 
Llovieron los comentarios, alabanzas y opiniones expertas como no había llovido en mucho tiempo. Unos decían que era maravilloso reencontrarse con el orgullo de ser boliviano. Otro opinólogo comentaba que Bolivia estaba dando otra lección al mundo y demostrando que había dejado de ser un país chico para poder medirse a los más grandes. Por ahí, un experto aseguraba que el país estaba consolidando la independencia y soberanía tecnológica para no depender de los países primermundistas. Otro remarcaba que era muy sorprendente que, hace diez años, el país era lastimero y mendigo y hoy estaba a la vanguardia de los países dignos y tecnológicamente soberanos. Entre otras cosas, no faltaron los proféticos que aseguraban que Bolivia entraba oficialmente en la era espacial, que este era sólo el comienzo, que se venía el gran salto a partir de ahora. Toda la salsa de opiniones variopintas, rematada finalmente con la expertísima cátedra del pluriacadémico vicepresidente García Linera que despachó hacia los cuatro vientos: “el mensaje es que somos un país que está dispuesto a disputar el liderazgo continental, tecnológico y científico”.
Tanta pretenciosidad e imaginación ingenua,  rayanas en el delirio con dimensiones astronómicas, no me caben en la cabeza ni levantan un milímetro mis pies del suelo. Como si el haber comprado un caro artefacto de telecomunicaciones, de fabricación china para mayor escepticismo, nos asegurara automáticamente el tan cacareado salto tecnológico, un conocimiento de avanzada y una pléyade de científicos notables. Que si el aparatito de marras hubiera sido pensado, diseñado y elaborado por mentes nacionales, sería otro cantar, así los chinos nos hubiesen alquilado el cohete para su lanzamiento. Que un grupo de jóvenes profesionales haya sido entrenado durante unos meses para manejar el satélite, no los convierte en los pares de la NASA, ni haber construido dos estaciones terrenas de treinta millones con sus antenas y consolas Nintendo nos convierte en rivales del centro de controles de Houston, como es el aire que se le ha querido dar a esta mamarrachada multimillonaria. Como si un nuevo rico, al comprarse un auto lujoso presumiese de que pertenece a la alta sociedad. ¡Vaya cuento de hadas que nos quieren encajar! Me miro en el espejo venezolano y me pregunto con estupor cuánto han avanzado con sus dos satélites, aparte de espiar a sus interminables enemigos y propagar como una peste la propaganda gubernamental a título de “democratizar la información”, como aquí pretenden hacer lo mismo, copiando hasta la misma palabrería. 

El satélite Transformer y otros cuentos chinos

Al infinito y más allá...

Como copiados son los inacabables sueños de S. E., que se inspiró en los delirios monumentales de su finado maestro venezolano y, quien a su vez, actuó inspirado por los sueños visionarios de Bolívar. Como en un cuento borgeano pero con tesitura tropical. Pero espérense que el cuento no ha acabado todavía, falta la segunda parte ya que Evo confesó que ya sueña con el próximo satélite que no será de comunicaciones interestelares y demás, sino que será como llevar el ojo entrenado de un minero al espacio para que efectúe prospecciones de todos los recursos naturales que Bolivia tiene. Ojalá que también sirva para descubrir la desnutrición infantil, los poblados miserables en las áreas rurales, la falta de caminos y un sinfín de necesidades que se pueden detectar desde los cielos, a modo de escáner gigante.
Como toda proeza que se respete no podía faltar la atmósfera mística y envolvente, a decir verdad, embriagante. Era menester actuar a lo Hollywood para que los yanquis y demás países imperialistas se hundan en lamentos. Michael Bay se quedo cortó con su épica de Transformers en una carísima y extensa saga, digna de niños como eso de que los robots se transformen en cacharritos infantiles. ¡Qué poca imaginación, por todos los achachilas y dioses de la tierra!... Nosotros le dimos un fulgurante vuelco a la historia y, en apenas un minuto, fuimos capaces de transformar unos ancestrales monolitos en un dorado artefacto para gloria eterna del amado líder y su gran mirada que se pierde en el infinito. Una nueva estrella en el firmamento vela por los destinos de esta bella patria.  No nos cambiamos por nadie, pues acabamos de descubrir nuestra herencia cósmica. ¿Que no se creen todavía la película? …Vean por sí mismos y, de paso, me ayudan a descifrar el metafísico “no existe futuro sin pasado presente” que sigue siendo chino para mí. Y  si  no se admiran por esa brillante elipsis final que deja en ridículo el huesito de Kubrick, que les caiga la maldición de la Pachamama por los siglos de los siglos. 

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