Revista Literatura

"El secreto de la torre" (parte 3)

Publicado el 24 agosto 2017 por Emiliomolinar @EmilioMolinaR

Ha llegado el momento de dar continuación a la historia de Ganeth. Vuestra participación ha determinado que sea la región sur la que visitará a continuación, después de haberse visto arrancado de su hogar y despojado de casi todas sus posesiones. Convertido ahora en alguien destinado a vagar por el mundo sin, en principio, ninguna meta más allá de la de sobrevivir, se dispone a iniciar un camino que nadie sabe a dónde le conducirá...
No tuvo que sopesar mucho las diferentes alternativas para convencerse de que la región del sur era la mejor de todas ellas. La tierra sembrada de abundantes zonas arboladas, bañada por el cauce del río que atravesaba buena parte del reino antes de desembocar en el gran mar y en la cual vivían diversas especies de animales como ciervos y conejos que no representaban peligro para el hombre, le proporcionaría suficiente sustento durante su marcha hacia alguna de las zonas habitadas.

Llevaba varias horas de camino cuando, al hacer un alto para sentarse sobre una roca a la sombra de un frondoso árbol con objeto de descansar un poco, escuchó un sonido que procedía de unos matorrales próximos. Al mirar pudo ver que se trataba de un conejo que se encontraba alimentándose de la hierba que cubría el suelo. Ganeth, atendiendo a la llamada de auxilio de su estómago, sacó de entre sus ropas una pequeña daga y se abalanzó sobre el animal, que escapó sin el menor contratiempo dejando a su fracasado cazador tendido en el suelo, dolorido en cuerpo y orgullo.
Pero no era para Ganeth la primera vez que se veía en esa situación y no tardó en ver la forma de atrapar a su presa al observar a su lado una planta diferente a todas las demás del lugar. Sus hojas no eran verdes sino que presentaban una tonalidad más bien azulada. Conocida como "la muerte azul", su nombre real era omalia. Utilizada durante siglos para la caza, el veneno de su interior era mortal incluso en pequeñas dosis, diluyéndose al poco tiempo de hacer su efecto. Inofensiva al tacto, Ganeth tomó de la mata varias de sus hojas y se las llevó consigo siguiendo el rastro del conejo hasta su madriguera, la cual estaba por fortuna muy cerca de allí. Con la daga, Ganeth excavó en poco tiempo un agujero lo bastante ancho y profundo para que el conejo, una vez cayera dentro, no pudiera salir. Tras colocar en el fondo varios trozos de madera de ramas caídas en posición vertical a modo de pinchos en los que, previamente, había clavado las hojas envenenadas, se agazapó en un lugar apartado y esperó pacientemente...


No tuvo que aguardar mucho tiempo para escuchar el sonido del crujir de las finas ramas y hojas que había usado para cubrir el agujero seguido de un breve lamento y, segundos después, de un silencio absoluto que indicaba que el animal que había caído en la trampa ya había muerto. Cuando Ganeth se aproximó al agujero, pudo comprobar en efecto que el mismo conejo que había visto instantes antes yacía inerte en el fondo. Ganeth sonrió, pues hacía tiempo que no comía nada parecido y aquella noche se daría un banquete. Tras buscar un sitio adecuado en el que encender un fuego despellejó, limpió y asó una carne de la que apenas dejó unos pocos restos antes de tumbarse sobre la hierba y dormirse contemplando el cielo estrellado.

Dos días más pasaron en los que, a diferencia de lo vivido aquella tarde, no tendría en esta ocasión más remedio que alimentarse de pequeños frutos silvestres hasta que por fin, a lo lejos, divisó el primer enclave civilizado. A medida que se fue acercando, pudo ver que se trataba de una pequeña comunidad de campesinos que cultivaban una pequeña porción de territorio, además de cuidar de algunas cabezas de ganado compuesto por vacas y ovejas. Ganeth se detuvo un instante, pensando en cómo iba a ser recibido. Su aspecto desaliñado invitaba ciertamente a pensar mal de él, de modo que tal vez tendría que ganarse a aquellas personas de alguna forma, si le daban la oportunidad de hacerlo...

El destino jugó de nuevo, esta vez a su favor cuando en ese preciso momento, a poca distancia de él y de una forma en apariencia incomprensible, un ciervo de gran tamaño y enorme cornamenta se encontraba encarado con una niña a la que había acorralado contra el grueso tronco de un árbol. Su madre, que había salido corriendo a pedir ayuda, se cruzó con Ganeth y, con una visible angustia, le pidió que hiciera algo por su hija.

-¡Señor, por favor! -exclamó. -¡Mi hija! ¡Salva a mi hija!

Ganeth no lo dudó y se dirigió hacia el animal, daga en mano, para librar a la pequeña de una muerte segura. En un combate, aun armado, desigual por el tamaño del ciervo, Ganeth tomó la única hoja que, afortunadamente, no había empleado en la trampa para frotarla por la hoja del arma, impregnando de esta forma el metal con el veneno e inclinando la balanza a su favor si es que era capaz antes de herir a su oponente. Sin vacilar, corrió y saltó sobre el ciervo que, al oír las pisadas, se giró y protegió con sus astas. Ganeth, tras caer sobre ellas, rodó por el suelo tratando de no quedarse quieto para que el ciervo no pudiera atacar hasta que, finalmente, cuando iba a ponerse en pie, una fuerte embestida le golpeó con fuerza y lo derribó a varios metros de distancia. Sin embargo, el animal había cavado su propia tumba al clavarse la daga en un costado, lo que acabó con su vida casi de inmediato.
La lucha había concluido. La niña, paralizada por el miedo, seguía inmóvil junto al árbol mientras su madre trataba de calmarla y algunos de los hombres que habían acudido a prestar socorro se quedaron allí, de pie, absortos ante la escena que acababan de contemplar. Dos de ellos se acercaron a un Ganeth inconsciente y lo levantaron, llevándolo a una de las viviendas para sanar al que desde ese momento sería un verdadero héroe para aquella pequeña comunidad. La propia mujer se encargó de cuidarlo hasta que, horas más tarde, recuperó el sentido. Ganeth, al verse en aquella estancia y con esa persona a su lado, comprendió que son los actos de las personas lo que las definen y no el aspecto que se pueda tener. La mujer, al verle abrir los ojos, sonrió y el devolvió un mismo gesto, agradeciendo cuanto habían hecho por él.


-Soy yo la que debe darte las gracias por haber salvado a mi hija de aquella bestia -le dijo. - Si no hubieras aparecido justo en ese instante, tal vez no estaría viva ahora. Mi nombre es Brila, ¿cuál es el tuyo?
-Me llamo Ganeth -respondió él. -Vengo de la ciudad de Talbis y viajo hacia el sur...
-¿Te diriges a Caladre? -le preguntó.
-Sí, bueno... no -titubeó. -No lo sé...
-Bueno, después de lo que has hecho por nosotros no seré yo quien te impida ir pero creo que debo advertirte de que ahora mismo no es una buena idea andar muy cerca de ese lugar...
-¿Por qué? -preguntó Ganeth con curiosidad.
-Porque Caladre hace tiempo que dejó de ser un sitio seguro. Nosotros procedemos de allí, pero decidimos abandonar la ciudad cuando descubrimos que lo que en inicio se había mostrado ante la gente como un inofensivo comerciante pronto se desveló como un poderoso mago que tomó el control de la ciudad y esclavizó a todos sus habitantes, a los que parece que utiliza para oscuros fines... 
-Un mago... -susurró Ganeth para sí. -¿Y no hay forma de librar a la gente de Caladre de su presencia?
-¿Quién podría derrotar a un mago sin serlo? Hemos pedido ayuda a los gobernantes de otras ciudades próximas, pero ninguno se atreve a intervenir. Lo peor es que ha puesto sus ojos sobre nuestra comunidad y ya en un par de ocasiones ha enviado soldados que se han llevado a algunos de los nuestros al interior. Mi hermano fue uno de ellos y no he vuelto a saber de él desde entonces...

Ganeth observó cómo aquella mujer de dulce voz y suave semblante comenzó a llorar al acordarse de su familiar. Dolido, pensó en la posibilidad de llevar a cabo una nueva heroicidad, mucho mayor que la que acababa de protagonizar. No obstante, enfrentarse a un mago era una tarea demasiado grande para él a pesar de haber protagonizado, años atrás, gestas mucho más difíciles y peligrosas. ¿Debía tratar de poner remedio al mal que azotaba a aquella gente o, por el contrario, abandonarlos a su suerte y seguir su camino, evitando también acercarse demasiado a Caladre?


He aquí la elección que podéis hacer para decidir cuál será el siguiente paso a dar por Ganeth. ¿Qué pensáis que tiene que hacer?
Opción A: Ayudar a Brila y a los suyos.
Opción B: Seguir su camino.
Como siempre, podéis reflejar vuestra elección en los comentarios de este post o en cualquiera de las otras páginas y redes sociales en las que lo comparto. Espero que participéis sobre todo ahora que parece que la cosa se está poniendo interesante...

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