El Seminarista es una novela solvente y que cumple lo poco que promete, es decir, contarnos la historia de un asesino a sueldo que, luego de renunciar a su empleo, tiene que volver a las armas porque resulta que hay un precio por su cabeza, y obviamente no se quedará de brazos cruzados, un asesino debe defenderse. Es decir, no promete mucho. El asunto es más complicado, más bien una conspiración, la cual, para poder retomar tranquilamente su jubilación, habrá de resolver, arrancar el problema de raíz, como se suele decir. Si bien tiene cierta atmósfera fatalista que obtiene buen remate en su episodio final, confirmado el sino trágico del protagonista, debo decir que El Seminarista, todo lo efectiva que pueda ser de por sí como novela negra, es demasiado simple para su propio bien, o mejor dicho reducida, con un Fonseca menos inspirado y mucho menos inventivo y entusiasmado que en Bufo & Spallanzani y Vastas emociones y pensamientos imperfectos. Esta novela se encuentra en el punto medio de aquellos geniales y magistrales libros y el fallido ejercicio que fue El caso Morel, es decir: tenemos un relato coherente, cohesionado, correlativo en sus elementos y en los intereses ya conocidos de su autor (¿debo listarlos, después de siete libros comentados?), narrado con una prosa más concisa que sutil, sin la somera brusquedad descriptiva de su primera novela pero sin el gozoso torrente de suspenso, imaginación, exquisitez y sugestión estilística de sus mejores libros, en donde te atrapaba, desde el inicio, con cada palabra, oración, párrafo. El Seminarista, narrada por el propio protagonista, nos va contando esto y lo otro, trabajos pasados, sus idas y venidas por las calles de la ciudad, las pistas, sus gustos, sus amores, con buen pulso, es cierto, pero como por inercia. La conspiración tiene su suficiente toque de misterio aunque, ya por el tercio final, deja de sorprenderte porque se ve a leguas la resolución. Parece un cuento alargado hasta el formato novela, no toma más de un día (por no decir un par de horas) en leerse, su complejidad es limitada y es consciente de ello, lo que resultado algo desalentador la verdad.Puede que como entidad propia e independiente, El Seminarista pueda considerarse una buena novela, quién sabe, pero para ser un libro de Fonseca, con todos sus ingredientes reconocibles, se siente muy descafeinado, alimenticio, mecánico. Quiero decir, yo me entretuve leyéndolo, no me distraje ni nada de eso, y como tiene un selecto número de personajes, escenarios y tramas, uno se introduce sin problemas dentro del ambiente, ¡pero!, pero ya lo hemos dicho: al paladear bien esta obra, mmm, como que no, no es una obra rica y compleja en sabores, matices y perfiles narrativos, es una obra muy, muy menor. Pero se puede leer, claro... Y si no lo hacen, no se pierden nada.
Acá nuevamente tenemos una ficha bibliográfica debajo de otra. Si uno no buscara debajo de la que a simple vista se ve, podría pensarse perfectamente que este libro, desde finales del 2018, ha sido pedido seis veces nada más, casi todas las veces el año 2019, para luego, otra vez, profanarlo de su tumba este 2024, casi cinco años después. Pero como aprendimos en esta temporada (encima la cuarta, quién sabe si esto ocurría igual en libros de temporadas pasadas), miramos debajo de la ficha más limpia y prácticamente casi perfecta, y qué encontramos, vaya vaya: otra ficha más vieja e imperfecta, pero dentro de todo bastante ordenada y prolija de no ser por los comienzos en la columna izquierda, que cuando se llenó, se dobló y se siguió usando en la mitad del anverso, todo lo cual arroja resultados interesantes: los años 2017 y 2018 fueron la época de gloria de El seminarista (el 2016 también fecundo año de préstamos), que lleva circulando desde finales del 2012, y que, contando y contando, en casi doce años de préstamos, este libro ha sido pedido en 36 ocasiones, dos por año en promedio. Me ha gustado esta revisión, esta vez salió bien movida. Como debe ser, ¿no?