Revista Literatura

El señor cura y Pichele

Publicado el 14 abril 2011 por Gasolinero

Don Vicente Borrel graduado en derecho canónico y a la sazón Párroco de  la única iglesia de Tomelloso, se sentía afortunado cómo pastor de las almas de este pueblo. Agraciado con importantes canonjías anejas al cargo, que se sumaban al abultado patrimonio familiar, era considerado rico. Se comentaba en el pueblo su desmedida afición a los asuntos financieros de dentro y fuera del orden familiar. Persona de trato agradable, celosísimo de los deberes religiosos, que llevaba sin muchos tropiezos, salvo los causados por su desmedida codicia. La sencillez y humildad de la feligresía asumía y neutralizaba los circunstanciales defectos de su temperamento. «Y con más gloria que pena, corrió todos los temporales de un periodo de  treinta años, que engrosó las raíces dentro de su parroquia.

Este religioso era muy vehemente, no sólo en cuestiones religiosas, sino también en las políticas. En el periodo de la II República tuvo varios enfrentamientos con el ayuntamiento, bastante amargos. Entre los más señalados están, la demolición del Hito del Pretil y derribo de una esquina de la iglesia y la secularización del cementerio.

Cuenta García Pavón, que la fachada principal de la iglesia tenía una esquina agudísima que dejaba un angosto paso de un metro entre la plaza y la calle Doña Crisanta. Cuando la Dictadura de Primo de Rivera, el ayuntamiento solicitó al párroco convertir esa esquina en una ochava, para dejar una calle de suficiente tamaño, el cura acepto de buen grado y sólo faltaba comenzar las obras de un día para otro, cuando llegó la República. Y cambiaron las tornas, al querer el primer ayuntamiento republicano comenzar las obras, el párroco opuso objeciones. La cosa se fue agriando y se formaron dos bandos. Cuando gobernó el Ayuntamiento el Frente Popular, hicieron la desesquinación  sin contemplaciones. Entre este episodio y otro que relataré más adelante, el cura llegó a ser el ser más antipopular del pueblo, tanto que en una ocasión en que paseaba por entre los bancos de la iglesia pidiendo silencio para escuchar al predicador, una mano anónima de entre la multitud le dio un capón fenomenal en la calva.

En cuanto al cementerio, parece ser que al ir a darle sepultura a un cadáver en la parte civil, que no reunía condiciones, el acompañamiento protestó en términos violentos. Las fuerzas de orden público dejaron que se realizase el enterramiento en el cementerio católico y al día siguiente fue secularizado todo el campo santo, derribándose las tapias que separaban el cementerio civil del católico. Este hecho fue objeto de las más duras críticas y los sermones más encendidos por parte del pater. Precisamente las tapias del cementerio fueron el testigo mudo de los  asesinatos del Pichele y posteriormente del párroco.

El Pichele, de humilde y honrada familia que poseía una tejería, tenía problemas de dinero derivados del vicio, cómo se decía en aquellos años. Para solucionarlo, le escribe un anónimo al cura pidiéndole una cantidad  importante de dinero, treinta mil pesetas de entonces. Amenazándole de muerte sino deja la citada cantidad dentro de un sobre en un mojón que había a las paredes del cementerio. El párroco denuncia el hecho y la Guardia Civil urde un plan para arrestar a autor del anónimo.

Los civiles se vistieron de campesinos ocultando las armas bajo las blusas  y se escondieron cerca del hito. A las doce en punto, cómo reseñaba el billete, llegó el cura y depositó el sobre en la mentada piedra. A marcharse el canónigo apareció Pichele a recoger el botín. El piquete le dio el alto y él, asustado, echó a correr. Los guardias dispararon matando al mozo. Este acontecimiento conmovió al pueblo. Desde aquel momento al cura se la tenían jurada.

Tras el 18 de julio, el presbítero fue detenido, librándose del primer embate mediante una entrega de dinero a los dirigentes locales. Huyó de la población y de nuevo fue atrapado. Lo encarcelaron. Al poco lo metieron en un camión y lo llevaron al cementerio, en el mismo lugar donde ocurrió lo del Pichele lo mató una multitud enfervorecida. En la autópsia le contaron más de ochenta heridas.

Fuentes: «Crónica de Tomelloso» de Francisco Mártinez “el obrero”; «Los Liberales» y «Cuentos Republicanos» de Francico García Pavón y «Tomelloso en la frontera del miedo» de Dionisio Cañas.

www.youtube.com/watch?v=P4b8985k-4Q


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