Voy a la pastelería, al menos dos veces diarias. No es que me la pase comiendo pastelitos, es que soy amiga de la pastelera.
Frente al local, suele estar sentado un señor mayor con sombrero. Vive enseguida, según me enteré. Casi siempre está dentro de su camioneta. A veces, está en la acera de enfrente. Hoy por la mañana leía el periódico: porque está ahí en la mañana y en la tarde, durante horas. No parece contento; tampoco parece muy interesado en lo que ve, pero qué voy a saber yo: tal vez medite, tal vez esté lleno de paz interior.
Ayer me pregunté por qué no hará algo más que estar ahí sentado, y de inmediato pensé que lo mismo se pensará de las dos idas diarias a la pastelería que tanto bien me hacen... bendita improductividad de cada cual.
Silvia Parque