Revista Literatura

El sexto mandamiento

Publicado el 21 abril 2012 por Nidael Dore


EL SEXTOMANDAMIENTO (*)EL SEXTO MANDAMIENTO
Los ojos deLourdes permanecían fijos en la mancha de humedad que se destacada en el techo.Por momentos le semejaba unmurciélago con alas extendidas, por momentos un dragón vomitando fuego y otrasveces un grifo de afiladas garras. Le bastaba, para verla cambiar de forma, unasola y simple pestañada.Soportó cadauno de los embates del cuerpo que la acometía, fría e indiferente, hasta que unúltimo gemido, ajeno a su garganta, decidió morirse en sus oídos como muere, exhalandosu hálito de vida, un jabalí salvaje herido de muerte, por afilada y certeraflecha, en un cerrado coto de caza.Escapó,entonces, del peso sobre su cuerpo y, poniéndose de pie, se dirigió hacia elsanitario envolviendo su desnudez con los extremos del lienzo de la cama.Dejando tras de sí, al caminar, las caricias muertas de una estela de sábanasblancas.Atrás quedóen el lecho la figura masculina sin siquiera pronunciar palabras que, comoúnico epílogo del acto consumado, encendió un cigarrillo soltando al aire largasvolutas azuladas.A los primerospasos se arrebataron de llanto los ojos de Lourdes. Le embargaba un sentimientoprofundo de culpa y vergüenza. Roto el cordel del collar de sus lágrimas  rodaron, desde la severa palidez del rostro, hastael suelo, un manojo triste de perlas saladas.Frente allavatorio se acusó al espejo, devolviéndose insultos e injurias en el filo oscurode su torva mirada. Abandonando el lienzo, penetró en la ducha y al girar delmanillar dejó a su piel estremecerse bajo el generoso chorro del agua…El jabónbuscó la esponja. La esponja se llenó de espuma. La espuma recorrió sus brazos,su pecho y su espalda y frotó su intimidad hasta que la sintió arder comoencendida brasa. Se frotaba con fuerza como queriendo arrancar la culpa que le pesabaal alma. ¡Maldita lahora en que accedió a la entrega!... ¡Tantos años de virginidad guardada, paraofrecerla y perderla, así… sin un ápice de placer, de sentimiento, de nada…! Ya pesar de haber consentido el encuentro se sintió sucia y violada.¿Por qué,nunca nadie le advirtió que para que tenga magia ese momento, debería haberamor entre los dos que se liaban y que no basta el encierro apretujado de losbrazos ni el humedecer con sudores los entre pliegues de una cama?Sí ledijeron: ¡Dale!... ¡Proba!... ¡Anímate!... ¡Todas lo hacemos!... Y lacuriosidad pudo más y ese “Todas…” la empujó a decir sí a una petición que, lahiciera quien la hiciera, tuvo, para otros, una respuesta denegada.¡Tantos añosde misa y catolicismo! ¡Tantas horas de Biblias abiertas entregadas a la marcaroja de una cinta y al resaltador amarillo en los textos llamativos de laspáginas!...Y recordó…(*) 6º: No cometerás actos impuros. ¡Justo ella, maestra catequista de su iglesia yque en la coral del domingo era de las cinco, la del medio, cantando sobre laprimer grada.Mientras seenjuagaba, su mente, intentó justificarse pensando que, a esa misma hora, endistintas partes del mundo, algunas cerca otras más lejos, al momento que ellalo hacía infinidad de desconocidas mujeres también retozaban. Pero, esto en vezde mitigar su culpa la hizo sentir parte de una gran orgía globalizada por lo que comenzó nuevamente a enjabonarse con más fuerza todavía, tanta que comenzaron a marcarse en su pielgrandes manchas rojas como estigmas delatores de su atormentada falta.

***Koko – Boleropara una virgenRecuerdaapagar el reproductor de la página a la derecha antes de dar play al video.



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