Revista Talentos

El sexto sentido

Publicado el 11 mayo 2018 por Cerebros En Toneles

EL SEXTO SENTIDO

Escher

        Cuando ya vemos al fondo la meta, y con el fin de disfrutar al máximo de las últimas zancadas, no vendría mal vivir cada minuto con los cinco sentidos a pleno rendimiento, como los atletas olímpicos.      La vista nos sirve para otear el horizonte desde la terraza de una caseta, en un cruce si es posible. Si no vas a caballo, conviene llevar gafas de sol para protegerte de todo, del polvo, de la luz, de las ojeras y de los espías. El engaño de este sentido se concreta en ilusiones ópticas: creer que has visto a un conocido, creer que hay sitio en una caseta, creer que el baño está libre, y creer que llevas los zapatos limpios.   El gusto es para comer y beber. También debe ser protegido, cómo no. El peor enemigo es uno mismo cuando mezcla sin prudencia o traga sin paladear por cambiar de caseta cuanto antes, arrastrado por las compañías de culo inquieto o el anuncio en las redes de una inminente actuación allende los mares. Renegar del gusto muy pronto suele ser un mal síntoma. Aquí el engaño brota cuando confundes el adobo con la tortilla de patata, y encima lo discutes.    El olfato es para oler la parte del caballo que se desprende y cae al suelo, pero que sigue siendo caballo. Asociado al gusto, el olfato es difícil de cuidar. Está muy expuesto al paso del tiempo. Según avanza la feria, parece ser que las partículas elementales se concentran hasta el punto de formar una singularidad olfativa, es decir, un agujero negro que te absorbe sin piedad. Es cuando todos los olores del González Hontoria se fusionan. Y el aroma a fino permanece en un segundo plano, acogiendo en su seno todo tipo de perfumes humanos e inhumanos. Menos mal que existe el plato de pimientos recién fritos.   El tacto se utiliza para bailar con delicadeza, para comprobar si están fríos los líquidos y para evitar broncas innecesarias. Actuar con tacto es muy recomendable a cualquier hora. En la feria las historias de vida son muy variadas, y al solaparse pueden generar roces. Cuando tú empiezas, otro acaba... Gracias al tacto, muchos encuentran la salida del recinto ferial y son capaces de descifrar señales que para los demás mortales permanecen ocultas.    El oído, mal asunto. Los muros de las casetas no soportan tanto decibelio, así que disfrutamos de una compleja macedonia musical. Y la mezcla es buena, el mestizaje, ya se sabe… Nadie sabe cómo cuidar el oído en esta feria. Hemos recuperado el lenguaje de signos y el arte de apuntar con el dedo a la carta de mano o de la pared. Los que intentan hablar, los ingenuos, al día siguiente ya no hablan. Habría que inventar una pegatina que diga “Hablé ayer”, para no molestar a los convalecientes. Los vecinos de la calle Manuel Soto Sordera ya se están organizando.      Y el sexto sentido es el que te permite tomar las decisiones cruciales. Que nadie piense que me refiero a poderes sobrenaturales. Aunque sí que nos encontraremos infinitos espectros y una caseta fantasma. El sexto sentido nada tiene que ver con la razón, al menos en su aspecto discursivo y conceptual. Quizás se parezca más a una intuición involuntaria, difícil de domar. Gracias al sexto sentido sabemos que una caseta agoniza, que está muerta y que hay que huir de allí cuanto antes; o que hay pelea a la vista; gracias a él sabemos que no cumpliremos lo prometido, irnos pronto a casa; sabemos que nos encontraremos con quien no queremos, varias veces; y sabemos que sacar un oso de peluche es una ruina, aunque no te fallen ni la vista ni el tacto.

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