Existe únicamente un propósito para toda la vida, y es, para nosotros y para todo lo que vive, experimentarnos a nosotros mismos en la gloria más plena.Todo lo que decimos, hacemos o pensamos está subordinado a esta función. Nuestra alma no tiene que hacer nada más que eso, y no quiere hacer nada más que eso.Lo maravilloso de este propósito es que nunca termina. Debe llegar un momento en el que nos experimentemos a nosotros mismos en nuestra gloria más plena, y en ese instante imaginaremos una gloria aún mayor. Cuanto más seamos, más llegaremos a ser, y cuanto más lleguemos a ser, más podremos ser todavía.El alma - nuestra alma - ya sabe todo lo que se puede saber en todo momento. Nada se le oculta, nada desconoce. Pero saberlo no es suficiente. El alma aspira a experimentarlo.Podemos saber que somos generosos, pero a menos que hagamos algo que demuestre generosidad, no tenemos sino un concepto. Podemos saber que somos amables, pero a menos que hagamos algo que demuestre amabilidad con alguien, no tenemos sino una idea sobre nosotros mismos.El único deseo de nuestra alma es convertir ese magnífico concepto de sí misma en su mayor experiencia. Esta energía - pura, invisible, inaudible, inobservada y, por lo tanto, desconocida por cualquier otra energía - decidió experimentarse a Sí misma como la total magnificencia que era. Para ello, se dio cuenta de que habría de utilizar un punto de referencia interior.Se hizo el razonamiento, totalmente correcto, de que cualquier parte de Sí mismo había de ser necesariamente menos que el total, y, por tanto, si simplemente se dividía a sí mismo en partes, cada parte, al ser menos que el total, podía mirar al resto de Sí mismo y ver su magnificencia.Así, Todo Lo Que Es se dividió a Sí mismo, convirtiéndose, en un momento glorioso, en lo que es esto y lo que es aquello. Por primera vez, existían esto y aquello, completamente separados lo uno de lo otro. Y aun así, existían simultáneamente; tal como sucedía con todo lo que no era ninguno de los dos.Nunca ha sido suficiente para nosotros simplemente ser. Siempre hemos suspirado por experimentar Quienes Somos; y ello requiere un aspecto totalmente distinto de la divinidad: el hacer.Digamos que, en el fondo de nuestro maravilloso Yo, somos ese aspecto de la divinidad llamado amor. (Por cierto: esa es la Verdad acerca de nosotros.)Ahora bien: una cosa es ser amor, y otra muy distinta hacer un acto de amor. El alma anhela hacer algo de lo que es, con el fin de conocerse a sí misma en su propia experiencia. Así, tratará de realizar su más alta idea por medio de la acción.Este impulso a actuar es lo que se llama pasión. La pasión es el amor convertido en acción. Es el combustible que alimenta el motor de la creación. Es el cambio de los conceptos a la experiencia.La pasión es el fuego que nos lleva a expresar quienes realmente somos. Nunca neguemos la pasión, porque eso equivale a negar Quienes Somos y Quienes Queremos Realmente ser.La renuncia nunca supone negar la pasión; supone simplemente no preocuparse por los resultados. La pasión es amor por el hacer. El hacer es ser experimentado. Pero ¿qué es lo que se crea a menudo como parte del hacer?: expectativas.Vivir tu vida sin expectativas - sin la necesidad de obtener unos resultados determinados -: eso es la libertad. El SER es el más alto estado de la existencia, su esencia más pura. El sentido de la vida es, entonces, crear quiénes y qué somos, y luego experimentarlo.Podemos pensar que todo esto de “ser Quienes Realmente Somos” es fácil, pero es el mayor reto con el que nos enfrentaremos en toda la vida.