La bola de billar y la de ping pong son primas hermanas en una familia de bolas jajajaja que incluye, entre otros, a los balones de Ronaldo, las pelotas de Gassol, las de Nadal, las de golf, etc.. hasta las pesadas bolas de cañón de los piratas del Caribe. Recordemos que las primeras bolas de billar fueran nada menos que de marfil. No quiero pensar cuantos elefantes tuvieron que ser sacrificados para que las bolas corrieran por el verde paño y le sirvieran a David Hume para sus ejemplos filosóficos. No voy a hablar del por qué unas bolas son más grandes y pesadas que otras y sus causas. Eso sí que sería una pesadez cuando mi intención es precisamente aspirar a lo contrario. Tic, tic, tic.... ping, ping, pong. ¿Cómo comparar el materialismo grosero de la bola de billar y su enorme pesadez de tanque de guerra con la gracia platónica de la bola de ping pong? Ponedla sobre el tapiz verde, pegadle con el taco y a ver si os obedece.. jajaja. Sólo un funámbulo en lo alto del alambre bajo la cúpula del circo haciendo malabares con diez o doce pelotas y dando un salto mortal hacia atrás podría estar a la altura de la ingrávida hermosura de mi bolita.Oiledlo supo muy pronto pero no lo entendí en su momento.
Imaginemos la bola en reposo. Ahora imaginemos su voz, ese tic tic tic de pajarillo brincando en una pata, el tic tic tic de lluvia en una terraza, ese sonido corto y puntiagudo de pico de colmillo gatuno, el inconfundible tic tic tic de la redonda caja de música. ¿Inconfundible? pero ¿quién puede distinguir una pelota de otra? Y sin embargo tienen identidad como aseguraba el gran jugador invicto Jeremías Hamilton, quien las llamaba incluso por su nombre. Yo sólo aspiro a ser liviano, librarme de pesos inútiles e inservibles, soltar lastre mientras me asomo ingrávido con una simple y espontánea sonrisa. Flotar, moverme con ese encanto de la simplicidad. Quiero ser flexible en mi conducta y pensamiento como el junco que sin dejar de aferrarse al suelo vence la inclinación del viento. Imaginemos a la pelotita de ping pong en la acometida de un huracán que derriba todo a su paso: ruedan coches, caen casas, enloquecen palmeras, hasta la arena del mar es tragada.. pero la insignificante bolita de ping pong baila airosa, va y viene sin oponer resistencia, prodigio de no acción, en la violencia brutal del zarandeo metereológico, ilesa, sabia y meditadora como un filósofo de los artefactos.
No nos equivoquemos. El planeta de Oiled es fuerte. Mirad la bola, qué redondita, que lisa y traslúcida, femenina y activa, como la Eva del Edén, incansable, muy sobre de sí de soltera, perfecta de casada, blanca, sin más adornos ni afeites que su propia rodunda hermosura, inabarcable, inmarcesible en vida, serena, alegre, ¿quieres ser mi novia?, colibrí, rayo de luz blanca, tic tic tic...
Y aquí acabo este elogio y encomio, desmesurado tal vez, pero sincero, de esta pequeña maravilla llamada bola de ping pong y de ese planeta que da sentido a este blog.