No las roba, sólo las toma prestadas. Siente el temblor de una frase, su latido, y la envuelve con una ráfaga llevándosela lejos, o cerca, o justo al lado. El viento conoce el significado de cada palabra por su forma de vibrar. Sabe que a veces tonto y ¡T O N T O! no son lo mismo. Mi tonto...
-Te quiero –dice ella pero él no llega a escucharlo. Un soplo de aire se acaba de llevar su voz.
-¿Cómo?
-Que te quiero.
-Y yo más.
A veces actúa veloz evitando el desastre.
-No quiero volver a verte.
-¿Qué?
-Nada...
Luego reparte las palabras. En ocasiones las deja entre los dedos, u olvidadas sobre la almohada...
-Ojalá hubieses estado aquí.
-¿Dijiste algo?
(...)
... O en los ojos, encima de la mesa, enredándose en el pelo, tiñendo una flor...
Y siempre alguien tropieza con ellas.
Siempre.
NiñoCactus