Había abandonado el hábito, la suelta de pájaros, la fogata y la hierva. El olor a tierra húmeda. Había abandonado las banderas. Te llevaba como a una sombra pegajoza y te solté con la sudestada. Ahora volás por donde más te gusta. Y está bueno. Sos libre de nadar por los mares de todos los mundos.
Eras como la letra de una tango que volvía con las horas, una copa rota retenida en una casa abandonada. Una palabra en la tormenta. Luz de vela seca.Y yo me había abandonado en el Delta. Navegando en el barquito escuálido por los juncos, los arroyos y la arena.
Eras la penumbra de una tarde amarilla. La luz que entraba por la resolana. La frescura de la brisa en tu cuerpo desnudo. Una sonrisa que arrasaba el silencio y se hundía en la noche. Eras apenas eso: una mujer vulnerable en la tiniebla.
Me había olvidado de la fragancia del olivo y de la rosa blanca. Me había sumergido en el acero y mi discurso cortaba como cuchillo vikingo. Ahora dormis tu propio sueño y está bien. Sos libre de andar por los laberintos de tu destino. Volá.
Es mejor así. A veces el amor no tiene sentido.
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