De repente una vocecita se alzo entre ellos y dijo que sentía miedo, que había visto... que sentía que se le acercaba el momento… que rondaba…
Quedaron todos en silencio sintiéndose unidos, cercanos, protegidos en su silencio, viendo como se empequeñecía y se alejaba la figura de aquel que no había soportado la presión y había hablado, todos sintiendo de repente el frio y el viento del patio desolado donde quienes corrían parecían huir, donde quienes permanecían inmóviles parecían intentar ocultarse de algo desconocido.La campana sonó y muchos chicos corrieron disparados, algunos al baño, otros sus aulas.El llegó al aula aun secándose la boca con el puño de su delantal blanco. Se sentó y se preocupo por atender la voz de la maestra que ya estaba hablando, levantando de tanto en tanto los ojos del amarillento libro que leía pagina tras pagina para acomodarse los anteojos que resbalaban desde su entrecejo hasta la punta de su nariz mientras observaba a los alumnos y medía la atención que le estaban prestando.Él sabía que estos momentos eran cruciales, no estaba seguro de cuál era la expresión correcta pero intentaba expresar la mayor atención imitando los rostros de otros niños que aparecían en los libros escolares. Atento observaba a la maestra recitar, página tras página y mirándolos de tanto en tanto, mostrándose conforme con ese auditorio silencioso.El chico recordó por un instante la prueba que había realizado al entrar a la escuela. Nunca estaría completamente seguro de lo que había respondido. Entre las fechas, entre las oraciones analizadas… Sobre todo entre las operaciones matemáticas, siempre podía deslizarse algún que otro error. Ignoraba donde podían haberse producido las fallas y la maestra ya no repetiría lo dicho.Aliviado de haber superado aquella evaluación volvió a concentrarse en su propio rostro y en un momento de distracción de la maestra observó el vecino banco donde se sentaba su compañero, aquel de vocecita chillona. El banco estaba vacío, el se había equivocado de alguna manera, su desesperación lo había superado hasta quebrarse.No estaba ya junto a ellos y la maestra observaba cada banco menos el suyo.A pesar del temor constante su mente tendía a desobedecerlo y recordar ese chico menudo y nervioso. Pero había algo en él, aunque no supiese que. Se había equivocado en algo ese chico aunque no estaba claro en qué. Recordarlo era como jugar con algo contaminado, algo contagioso. No podía arriesgarse, a los nervios propios y a esa forma de ser del otro que, a pesar de no ser más rara que la de cualquiera, algo distintivo e inadecuado habría tenido.¿Era solo porque había expresado su miedo?¿El realmente estaba perseguido, condenado de antemano?Otro más a quien no volverían a ver jamás y era porque se había equivocado en algo.
Eso era lo único concreto así que comenzó a olvidarlo silenciosamente el también.