Y seguimos de cuarentena otra semana más, o eso creo, hace tiempo que perdí la noción del tiempo. Ya no sé ni en qué día vivo.
A decir verdad, no le vería ningún problema sino fuera porque la mayor parte del confinamiento lo he pasado con un cielo gris, con lluvia e incluso alguna que otra tormenta. Tengo un precioso jardín que podría aprovechar todos estos días, pero sin sol es algo complicado. Y sí, he dejado claro que a mí el invierno y el otoño no me convencen mucho. Tengo claro que cada estación y cada situación meteorológica tiene sus cosas bonitas, la nieve me flipa una barbaridad, teniendo en cuenta que no la veo casi nunca. Pero cuando el cielo encapotado se vuelve una constante dejo de verle lo bonito. A esos colores apagados les queda poco para apagarme a mí y eso no lo hace cualquiera.
Aun consigo entretenerme con miles de cosas, no me pude aburrir todavía. Netflix tiene muchas series y películas que no tienen pérdida alguna, tengo muchos libros por leer, juegos que jugar, familia y amigos con los que charlar. Sin embargo, el ánimo con el que enfrento la situación cambia un poquito por el clima por el que estamos pasando. Posiblemente haya conseguido que no me afecte casi; trato de convertir lo malo en un estado lo más neutral posible o incluso positivo, sacando algún aprendizaje de ello. De esa forma, las situaciones complicadas dejan de ser tan jodidas, hablando en plata. En este caso, con esos colores grises en el cielo, he logrado neutralizarlo todo lo posible y he descubierto que en cuanto sale un rayito de sol vuelvo a sonreír sin darme cuenta. Hago las cosas con más energía y con muchísima más ilusión.
Por suerte ayer tuvimos un día de verano y lo pasé prácticamente todo el tiempo fuera, leyendo, haciendo algo de deporte y jugando con mi perra. Incluso acabé poniéndome moreno. No paraba de estar de broma con mi madre. Me reía por cualquier cosa. Todo tenía algo bonito por lo que sonreír. El ánimo era distinto, era más positivo.
Y es que al parecer el sol tiene esa capacidad. Es capaz de cambiar nuestro estado de ánimo. En algunos casos a peor (hay gente que odia el calor, el estar sudando y esas cosas típicas que a mí no me desagradan). Sin embargo, en mi caso, y quiero creer que en el de la mayoría, lo cambia a mejor. Las cosas se toman con mejor humor, no nos afecta todo de manera tan personal. Nos relajamos y nos despreocupamos como si el sol fuera capaz de echar nuestros males afuera. Y ojalá fuera así, pero al menos nos despeja la mente por un tiempo.
No quiero imaginarme pasar un mes entero o más con el cielo gris porque, en nuestro caso, ni siquiera llega a llover la mayoría de las veces. Simplemente no permite dejar al sol hacer su trabajo. La madre naturaleza ha decidido jodernos a base de bien. Así que yo he decidido resistir y hacerle frente con más energía todavía.
#NuncaDejéisDeSonreír