Revista Literatura

El sueño

Publicado el 14 diciembre 2009 por Rodrigoyanez

Una mujer contó a muchos aldeanos del sueño que alguna congelada tarde tuvo. Un sueño que hasta en nuestros días es hablado, aunque es transformado de distinta forma por distintas lenguas, por cierto. Y en cada pueblo, en cada país, y en cada lugar donde existan distinta razas vivientes, es que tienen su propia idea de lo que fue el sueño realmente. 
El sueñoEste sueño poco tiene que ver con la profecía que regaló la Diosa Arthemis en los días antiguos. Pues la profecía es lo que se cumplió, sin embargo el sueño que tuvo esta mujer es algo que pudo haber ocurrido dicen algunos, y para otros es algo que siquiera en nuestros días es algo cumplido. Cierto o no, existen antiguos libros que tienen grabados en la hermosa lengua élfica algunos detalles. El que tradujo lo personal, fue un vagabundo hombre que de forma misteriosa comprendió algunas palabras élficas.  Son textos muy antiguos, que seguramente fueron escritos en la segunda era, luego de cumplida la profecía, cuando todo el mundo que conocemos, recién tomaba forma, cuando las gentes se reunían al final, y cuando la política y los gobernadores sacaban voz definitiva de alto mando. Era el diario de una valiente y bella señorita.

Ahora sólo puedo recordar unas pocas letras que me gustaría compartir con algún interesado.

Decía más o menos así.
Ayer sin darme cuenta, y muy cansada al fin dormí. Dormí profundamente y caí en un sueño eterno. Las palabras de acá en adelante se convertirán en polvo, y retornará a la vida misma, así como el polvo convierte vida. Y es que he soñado al fin. En el campo de mi padre, enormemente lleno de verde, profundo hasta la poca visibilidad que alcanza nuestra vista, donde existen arbustos tan grandes que todo lo convierten en sombra, y el sol se oculta tras esponjosas nubes, y con una lluvia que caía casi como castigando el frondoso verde...Fue entonces que yo soñé. Abrí mis brazos largos, y mis piernas largas y caí al suelo como poseída, y toda gota se venía directo a mi cara. Pesaban como pesa la espada de un gran guerrero. Caídos mis cabellos se empaparon y pronto se convirtieron en barros oscuros. Cerré mis ojos, y entonces lo ví. Estaba yo en ese lugar, de la misma forma, pero ya no existía una profunda tormenta, sino, un sol radiante. Un sol que sonría a mi futuro, aunque me advertía que ésta no era ninguna profecía, sólo era un delicado momento de intimidad. Y entonces los arbustos se juntaron de hoja en hoja, de rama en rama, y llegó la sombra, y caí rendida al suelo nuevamente, y pude sentir en mi cara que una brisa mágica brotaba por mi rostro. La gente allá lejos me sonreía contenta de verme soñar, mi Padre y mi hermano por cierto, pero no alcanzaba a oír lo que decían. Sólo eran sonrisas para mi. Comencé a sentir humedad en mis manos, y entonces comprendí que el pasto empapado y sabroso se derramaba en mi felicidad. Y entonces volé. La brisa me habló y preguntó si quería ser una doncella que tiene alas, y entonces volé. Volé al ras del verde. Los pastos más largos alcanzaban a tener la oportunidad de regalarme una caricia cuando en mi viaje los visitaba. Mis cejas se levantaban saludando en el mudo mundo. Y luego, cuando el sol comprendió que ya era plenamente feliz, me dijo que el invierno volvería. Que las lluvias y las nubes, el trueno tormentoso y sufriente y vengativo, volverían. Y entonces me dijo que aprovechara los últimos momentos de mis alas. Y entonces desperté apresurada. Ya estaba parada, había dejado de llover. Pero pequeños charcos confirmaban que quizás, el sueño fue más real de lo que pudiese haber pensado. Dijo mi padre que mañana viajaremos al sur. Lo anoto en ti, amigo diario. Como siempre.

Fherw.

 


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