Había una vez una niña muy humilde, llamada Thania, que vivía en un Barrio llamado Simón Bolívar, ubicado en alguna población de Venezuela.
Ella acostumbraba ir todas las tardes a un asilo donde trabajaba su tía. Thania, con sólo diez años de edad, ayudaba a su tía con las labores del asilo.
Pero un día, Thania soñó en construir una escuela para los niños pobres y un asilo para ancianos.
En la mañana, muy emocionada, le contó a su madre lo que había soñado.
Pasaron los días, los meses, los años, y Thania seguía creciendo. Tan aguda como la sal, tan sana como los vientos y tan viva como el mar.
Al fin llegó el día en que Thania se iba a graduar de Arquitecto.
Thania seguía con su sueño.
Al cumplir 35 años, Thania se prometió que seguiría su sueño y que lo haría realidad.
Pasaron nuevamente los días, los meses, los años, hasta que culminó la construcción de la Escuela y el Asilo.
Thania cumplió 100 años. Al ver que ya había realizado todos sus sueños, le dijo a sus hijos, nietos y bisnietos que ya no le quedaba más por hacer en la tierra, y que era hora de partir.
Thania murió de un paro cardíaco mientras dormía, con una sonrisa dibujada en su rostro.