El tamaño de la panza

Publicado el 05 enero 2015 por Sylvia
En cuanto supe que estaba embarazada, quería que se notara mi panza. Tuve algo de panza pronto porque pasé las primeras semanas, inflamada; pero esa panza no contaba. Luego hice un poco de trampa con la postura, esperando favorecer que se viera. Ahora, tengo una hermosa panza enorme. Amo mirarla.
Bueno: es enorme si la comparo con lo que había en mi cuerpo antes del embarazo. He visto mujeres con el vientre como pelota para pilates; algunas se ven como de revista: delgadas y solo con la barriga crecida; yo sí estoy creciendo de otros lados también; pero creo que nada para preocuparme. Sin embargo, hacia el final, justo en esos casos en los que el cuerpo es menudo y la panza está gigante, por muy lindo que sea porque una sabe de qué se trata, se pone algo marciano: habrá un hijo del amor ahí dentro, pero en la figura, es una protuberancia gigante. Para preguntarse cómo se mantiene sostenido donde está; cómo consiguen caminar esas mujeres...
Yo creía que el cuerpo se iría acostumbrando a tener cada vez un poco más de volumen y un poco más de peso, que iría apropiándose de la nueva forma y el nuevo tamaño. Pero me parece que no. Yo no he dejado de sentir extrañeza un solo día. Siento el peso todo el tiempo; nunca se me olvida; siempre estoy consciente de él. Con el volumen resulta simpático: ya aprendí que al abrazar, se interpone la barriga, y que al acercarme al mueble donde lavo trastes, debo quedarme un paso atrás para hacerle espacio. Apenas asumo que puedo agacharme menos, cuando puedo agacharme menos que la última vez. Y lo más increíble: aunque voy a orinar muchas veces en un día, sigo bajándome rápido el pantalón, como si estuviera liso, haciendo el pantalón hacia abajo, en lugar de hacerlo hacia adelante y hacia abajo.

Ya me acostumbraré, como con otras cosas, para cuando la bebé haya nacido... y sea hora de pensar en bajar la panza.
Silvia Parque