Magazine

El Tarot, ¡vaya timo!, de Javier Cavanilles

Publicado el 11 noviembre 2009 por Smorenovalle
El Tarot, ¡vaya timo!, de Javier CavanillesEl título del libro es El Tarot, ¡vaya timo!. Y a partir de ahí el cerebro empieza a echar carbón en las neuronas para que, en plena sinapsis, la sinopsis acabe siendo la misma que el título: el tarot, vaya un timo. Quede claro. La colección la dirige Javier Armentia, un zumbado y descreído con un blog y una editorial cuya dedicación es mirar a las estrellas (porque es el director del Planetario de Pamplona). De ahí han salido algunos títulos escépticos para explicar lo que con la ciencia queda un poco más claro: el creacionismo, los ovnis, los vampiros y otras minorías.
Ya estábamos entre espectantes e impacientes como los niños cuando Springsteen entraba a cantar en We are the world. ¿Verdad que daba miedo?
El caso es que de Cavanilles ya se ha hablado (aquí tres episodios: el uno, el dosy el tres). Este segundo libro significa que quiere hacerse famoso y vender mucho papel (hasta los hippies necesitan comer de vez en cuando). Bueno, bien. Está chungo. Pero donde hay talento hay pasta. Y de lo primero hay. Esto de los libros es el patio de un colegio y a base de capones consigue uno respeto y consideración. Los panolis ya llevan un rato dando toques a la pelota, y son todos aquellos que quieren hacer lo mismo que Íker Jiménez, pero les sale mal. Muy mal. Fatal.
España tiene suerte de ser el paisaje natural con más especies raras del planeta. Una de todas es la que se dedica a descifrar la buena o la mala ventura en las cartas. Como el julepe, pero peligroso para quien cree que las cartas hablan o que sus dibujos esconden algún secreto.
El Tarot, ¡vaya timo!, de Javier CavanillesMás allá de lo que una carta pueda causar, lo que está claro es que hay juegos que son más inocentes que otros, que tienen efectos que se repantigan en el magín de los tontainas y lo decoran a su gusto. Y suele ser mal gusto, porque la mayoría de los casos acaban desafiando la ley de la gravedad por la ventana (porque no creen en Newton) o con la cabeza sin pasar la ITV. Ante la desesperación el ser humano no encuentra límites. Y, total, en el cielo no admiten el euro.
Los adivinos son, pues, ilusionistas. Y ahí está la cagada. En realidad el truco que utilizan es tan burdo que el primero que lo puso en práctica fue un caballo. Se llamaba Hans el listo y sumaba, restaba y dividía sin calculadora (sólo le faltaba escribir, pero como no podía el resultado lo daba con golpes de tacón). Al final se descubrió que el animal leía la respuesta de las operaciones en el rostro de su amo, que al parecer, no sabía que se dejaba llevar por el inconsciente.
Normalmente quien cree en los oráculos televisivos está predispuesto a creer que va a encontrar una solución, y por tanto, es una fuente inagotable de pistas que los videntes pueden seguir.
¿Y si es por teléfono?. Mejor aún, porque tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor (Los Stop). Se trata de ir disparando hasta acertar en algo.
Nota aparte: Cómpralo o róbalo, pero si no triunfa es porque no se apellida Larsson.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog