Texto: © Carlos Navarrete Navarro
Se puede hablar en el teatro desde mediados de los 50 de realismo social. En el teatro comercial de esos años sigue predominando un teatro compuesto de melodramas, comedias burguesas y comedias humorísticas, además de revistas, zarzuelas, espectáculos de variedades, etc. Sin embargo con el paso del tiempo va surgiendo un público más crítico, especialmente en los ámbitos universitarios y se estrenan obras que muestran su disconformidad con la realidad social. Algunos lo hacen mediante símbolos para evitar la censura, los denominados posibilistas y otros abiertamente, los imposibilistas. Los temas son comunes: la injusticia social, la explotación del trabajador, el recuerdo de la Guerra Civil… y en cuanto a la forma, recurren al expresionismo vanguardista y al teatro español del primer tercio de siglo, especialmente, Vall-Inclán, Lorca y Alberti. Podemos destacar entre estos dramaturgos a Lauro Olmo, Carlos Muñiz, Alfonso Paso, Miguel Mihura, que con su obra Tres sombreros de copa abre una posible línea de renovación del teatro español y especialmente al posibilista Buero Vallejo y al imposibilista Alfonso Sastre.
En todas las obras de Buero Vallejo hay una defensa incondicional de la dignidad humana, con sus valores máximos: libertad, verdad, honradez… También se reiteran en sus obras la utilización del espacio y otros elementos reales con función simbólica y la aparición de personajes con limitaciones físicas. No obstante puede apreciarse una evolución en su teatro, distinguiéndose tres etapas en su producción: su teatro existencial, el social y su teatro último. Como obras más relevantes podemos citar Historia de una escalera, En la ardiente oscuridad, El concierto de San Ovidio, El tragaluz y Lázaro en el laberinto.
En Sastre siempre está presente el deseo de encontrar fórmulas dramáticas innovadoras y el tema recurrente de las consecuencias que tiene el poder injusto sobre los individuos que lo padecen. Su obra más característica de esta época es Drama y sociedad (1956). Al lado de este teatro socio-existencial escribe algunas obras de estilo como El cuervo. Durante los años 60 escribe obras con otros moldes expresivos, a las que denomina tragedias complejas y entre ellas destacamos Anatomía del realismo. Durante los años 70 se acentúa su compromiso político, destacando Askatasuna! y El camarada oscuro. Obras más tardías son ¿Dónde estás Utalume, dónde estás? y Revelaciones inesperadas sobre Moisés.
Durante los años 60 aparecen los denominados novísimos dramaturgos. En ellos toman gran importancia los efectos especiales, la escenografía, la luz, el vestuario, la voz y expresiones de los actores y la temática sigue siendo la denuncia social y política del régimen franquista. Se tiende a utilizar un lenguaje en forma de parábola y multitud de símbolos que los espectadores han de interpretar. En 1963 estrena su primera obra, Los verdes campos del Edén, Antonio Gala, que continuará durante los 70 y los 80 con Petra regalada, Samarkanda o Séneca o el beneficio de la duda. Las obras de Gala se caracterizan por su tono poético, su simbología y cierta propensión por lo didáctico. Peculiar es el teatro de Fernando Arrabal. (El triciclo, Róbame un billoncito ) Aparece también durante estos años el teatro independiente con
compañías como el Teatro de Cámara de Zaragoza, Akelarre en Bilbao o Quart 23 en Valencia.
Tras la muerte de Franco y la desaparición de la censura, curiosamente no se produjo una completa libertad de expresión, ya que la Iglesia y el Ejército no aceptaban críticas como por ejemplo las del grupo Els Joglars. Curiosamente también es durante esta época en donde se manifiesta más violentamente la crisis del teatro español.
Un importante fenómeno del teatro español a partir de 1975 ha sido el desarrollo de instituciones teatrales que no dependen de empresas privadas, sino de instancias oficiales como la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Perviven con éxito y aparecen nuevos grupos teatrales como Els Joglars, Els comediants, La Fura des Baus, etc.
Probablemente el más importante de los dramaturgos experimentales de la segunda mitad de siglo es Francisco Nieva, combinando el superrealismo, lo onírico, lo fantástico y lo imaginativo. En su teatro adquiere una importancia fundamental la palabra ya que es la expresión máxima de la libertad absoluta del artista. Sus obras más relevantes son Delirio del amor hostil, La carroza del plomo candente o El baile de los ardientes. Otros dramaturgos importantes hasta la actualidad son José Luis Alonso de los Santos, Fermín Cabal, Fernando Fernán Gómez, Alfonso Vallejo, Ignacio Amestoy, Ernesto Caballero, Adolfo Marsillach e Ignacio García May.