Cualquier vida de cualquier ser humano se convierte en fuente inagotable para la creación y el arte, y desde este mismo lugar es desde donde se parte para luego escaparnos, al mundo imaginario de la escena.
Con nuestras propias historias y desde la vivencia y recursos naturales de nuestro comportamiento humano, emigramos hacia la representación teatral. De esta manera, ponemos todas las conductas y funcionamientos emocionales, cognitivos y psicomotores al servicio de la creación y así optimizamos todas las capacidades expresivas y creativas del actor para la construcción del personaje. Esto, y en líneas generales, viene a ser como si Hamlet, Medea, Antígona a cualquier personaje del mundo imaginario del autor, en cualquier persona de cualquier pueblo, barrio, ciudad o naciónY utilizando la naturaleza propia de cada interprete, y que todos por el simple hecho de estar vivos y presentes, tenemos la posibilidad de crear y convertirnos en dichos personajes.
Cada persona, parte desde sus capacidades y habilidades, con sus carencias y necesidades concretas, desde una situación o problema particular que hace que los ritmos sean diferentes, las metas variadas y variables y por lo tanto, el proceso de integración y creación es personalizado y flexible