El tenis femenino vive en constantes cambios. Cambios en la clasificación (las top ten cambian continuamente), cambios en las jugadoras que llegan a las últimas rondas de los torneos, cambios en el ritmo de los partidos, cambios en cuanto a la vuelta de jugadoras que abandonaron la competición y que encima ganan (caso de Kimiko Date ganando con 39 años a una top-ten como Dinara Safina y con 40 a otra top-ten como Samantha Stosur o el Kim Clijsters llegando a ser la número uno WTA después de dejar el tenis y ser madre)…
El tenis femenino se ha vuelto loco, basta con ver que recientemente hayan sido número uno de la clasificación Jelena Jankovic o Dinara Safina sin haber ganado ningún Grand Slam.
A diferencia del tenis masculino en que los duelos Federer – Nadal ya son un clásico, y con ellos la lucha constante de jugadores que les pisan los talones como Djokovic, Soderling, Murray, Ferrer, Berdych o Roddick, en el circuito de mujeres se echan de menos ese tipo de duelos legendarios.
La historia del tenis femenino está repleta de jugadoras legendarias que permanecieron en la cima durante largo tiempo empezando por Suzanne Leglen y acabando con Justine Henin. Pasando claro está por Margaret Court, Chris Evert, Martina Navratilova (Evert-Navratilova, esos eran duelos clásicos), Steffi Graf, Mónica Seles, Martina Hingis y Lindsay Davenport.
Tal vez estos cambios constantes de la actualidad se deben a que también ha cambiado mucho el juego en pista. La estrategia y variedad en los golpes han dado paso a un tenis más basado en el físico, los golpes son rectos y planos, sin abrir muchos ángulos; es una lucha de fuerza.
Los partidos se han vuelto mucho más inestables, porque al basarse tanto en la fuerza el riesgo del juego es mucho mayor, si todos esos golpes ganadores entran, entonces ganas y si no pues pierdes.
Y así hay muchas jugadoras como Ivanovic, que ganan un torneo importante y ya no se mantienen ahí arriba, por dos razones: el juego tan agresivo es muy arriesgado y además exige un nivel muy difícil de mantener durante toda la temporada.
La vuelta de Kim Clijsters supone un haz de luz tintada de estrategia y estabilidad.
Seguramente este es sólo un período que está viviendo el tenis femenino, igual que ocurrió en el circuito de hombres cuando los partidos de hierba se reducían a saque y volea en la época de Goran Ivanisevic. Y entonces hablábamos de que la tecnología aplicada a las raquetas hacían que el juego fuese aburrido y hasta se especuló con introducir en el circuito pelotas un poco más grandes que se llegaron incluso a fabricar, para ralentizar el juego.
Bueno, finalmente hemos visto cómo los jugadores actuales son más completos, sacan bien, volean bien y mantienen intensos y largos peloteos de fondo. Es fácil comprobar esto en el tenis de Rafa Nadal, Roger Federer o Novak Djokovic sin ir más lejos, cómo ha ido trabajando tanto el juego defensivo como el ofensivo.
Sin duda esto ocurrirá en el tenis femenino. Mientras cruzamos los dedos por que Clijsters se recupere pronto de su lesión.
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