El embarazo me trata muy bien. Después de los malestares del primer trimestre, todo ha ido de bueno a mejor. Ahora voy descubriendo las novedades del tercer trimestre, y como me pasó con todas las novedades, me pregunto cómo he vivido en un mundo con tantas madres, sin haberme enterado de que estas cosas pasan... porque en las películas de toda la vida -las de ahora muestran más-, lo que se ven son las náuseas del principio, y desmayos que creo que son mucho menos frecuentes en la realidad que en la ficción.
Ya he contado que ahora voy a orinar una cantidad inaudita de veces. No me molesta porque no se siente como cuando hay una infección de vías urinarias; a veces me gustaría poder hacer una comida completa sin interrupciones, pero así me preparo para lo que será la vida con la bebé. Afortunadamente, casi siempre estoy en mi casa. Debe ser muy incómodo para las mujeres embarazadas que trabajan en un lugar donde tengan que hacer todo un recorrido para llegar al baño.
Fuera de eso, hay dos cosas nuevas: comezón y un poco de calor por las noches.
La comezón es por todos lados. No es algo terrible, aunque un día estuvo cerca de serlo. Definitivamente es difícil de ignorar, pero trato de no rascarme porque sé que eso da más comezón, y porque me advierten que favorecería las estrías. Me sorprendió cómo están resecas mis piernas. Tiene sentido porque las hormonas hacen su trabajo sobre el cuerpo completo, y la piel que estuve cuidando fue la de la barriga y las tetas...
Lo del calor por las noches me sorprende más, porque yo soy muy de estar cubierta y calientita. Cuando me casé, dormía con una cobija gruesa en pleno verano; lo dejé por el bien del otro, pero nunca se había visto que quisiera destaparme a principios de marzo. De hecho, todavía hace un par de semanas me bañaba con agua muy caliente; ahora me baño con agua templada, lo que resulta bueno para la piel ahora que estamos en lo que estamos...
Silvia Parque