Hoy en mi despacho recuerdo sus tropelías, mientras, sentado ante mí, me suplica un puesto de trabajo.
Era un amigo del barrio aunque sufría sus humillaciones de cabecilla del grupo. A menudo, además de comerse mi merienda, ya me ordenaba de qué tenía que ser el bocata del día siguiente.
Hoy en mi despacho recuerdo sus tropelías, mientras, sentado ante mí, me suplica un puesto de trabajo.
Hoy en mi despacho recuerdo sus tropelías, mientras, sentado ante mí, me suplica un puesto de trabajo.